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Conmoción ante un nuevo feminicidio en Mallorca

jueves 12 de diciembre de 2024, 00:00h

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El último crimen machista perpetrado en el Coll d’en Rabassa (Palma) el pasado martes, ha conmocionado a la sociedad mallorquina. Una mujer de apenas 30 años, María del Rosario Díaz, fue brutalmente apuñalada por su pareja sentimental, George Virgiliu Teianu, delante de su hija de tres años, una pequeña inocente que será para siempre víctima de un dolor incalculable. El presunto homicida arrebata la vida de una mujer y deja familias destrozadas, una niña huérfana y una sociedad que, conmocionada, sigue sin encontrar respuestas contundentes y efectivas con las que hacer frente a este goteo insoportable de feminicidios.

Este asesinato no es un hecho aislado. La violencia machista es una realidad incesante que oprime, amenaza, aterroriza, golpea y mata a las mujeres. Cada víctima es un nombre que se suma a una lista que nos avergüenza como sociedad. El problema no son casos individuales, sino un sistema que perpetúa roles y estereotipos que alimentan la violencia.

No podemos resignarnos. La conmoción no puede traducirse solo en indignación momentánea; debe convertirse en acción urgente y colectiva

La circunstancia más desgarradora de este crimen es, sin duda, la presencia de la hija de la pareja. Esa niña de tres años, testigo del horror, no solo pierde a su madre, sino que queda marcada de por vida por la violencia. Son demasiados los menores que crecen entre el miedo y la tragedia, convirtiéndose también en víctimas de este machismo asesino.

No podemos resignarnos. La conmoción no puede traducirse solo en indignación momentánea; debe convertirse en acción urgente y colectiva. Las políticas públicas deben ser más ambiciosas: protección efectiva a las víctimas, endurecimiento de las penas para los agresores y, sobre todo, una educación que transforme las mentalidades desde la raíz. Solo así lograremos prevenir que más mujeres pierdan la vida.

Ante la violencia de género no puede haber silencio y mucho menos complicidad social. No se puede mirar hacia otro lado. Este crimen, como todos los anteriores, debe ser el último. Las mujeres tienen derecho a vivir sin miedo, y la sociedad tiene la obligación de garantizarlo. Ni una más, ni una menos.