¿SOLVENTES?

La semana pasada César Alierta, presidente de Telefónica, defendía la solvencia de España, "muy solvente" llegó a decir. ¿Lo somos? Le he estado dando vueltas en los últimos días, mientras seguía -por puro interés ciudadano, afortunadamente- los vaivenes de la cotización de Bankia o el bucólico paseo en barco de nuestro presidente con Merkel y he llegado a las siguientes conclusiones:

 -La sociedad española está afrontando una tasa de paro elevadísima, incluso descontando la economía sumergida, con una solidaridad familiar y social admirable.

 -A pesar de la avalancha de mensajes negativos, todavía hay gente con ganas de poner en marcha proyectos y de compartir ideas -más enriquecedoras que las de muchos debates parlamentarios-, como pude comprobar en una jornada de coworking a la que asistí en Inca hace unas semanas: jóvenes y no tan jóvenes, más o menos preparados académica y laboralmente, con muchas ganas de innovar y de compartirlo.

 -Algunos incluso tienen suficiente ánimo para ser autónomos pagando unas cuotas totalmente disuasorias en los tiempos que corren y avanzando el IVA de facturas no cobradas.

 -Son muchas las pymes que día a día hacen auténticos milagros para mantener sus puertas abiertas y pagar las nóminas de los trabajadores a pesar de la inexistencia total de crédito y de la morosidad de la Administración (bienvenido sea el plan de pago a proveedores, por cierto).

 Una supervivencia que contrasta con el desastre de las cuentas públicas, con sorpresas continuas –heredadas de gobiernos de unos y de otros– y soluciones que penalizan en exceso al ciudadano –profesional, médico, docente, paciente, alumno, inmigrante... Demasiado castigo para una sociedad que empieza a mostrar signos de agotamiento, de vulnerabilidad, de indignación, pero que
todavía se resiste –por abrumadora mayoría de forma pacífica, afortunadamente– a perder su solvencia y, sobre todo, su dignidad.