La selección de fútbol española nos ha dado a todos una lección magistral de cómo lograr unos objetivos. El esfuerzo por conseguir un nuevo hito histórico, la ilusión y la unión de la roja y de todos los españoles fueron los grandes responsables de este triunfo. El domingo todos estábamos unidos por la roja y por España, dejando de lado creencias dispares y opiniones políticas contrapuestas. ¿Hubo algún problema? No, ninguno. Por tanto, queda demostrado que en ocasiones somos nosotros mismos los que buscamos el lío y la confrontación.
Ojalá lo ocurrido en la noche del domingo se pudiera extrapolar a otras circunstancias y situaciones de nuestra vida diaria. De este modo, las cosas nos irían mejor. Con esto me estoy refiriendo al panorama económico. Pero el parecido con la realidad resultaría pura ficción. La unión frente a un objetivo común, a pesar de diferentes valores, principios, creencias y convicciones conllevaría superar todas las adversidades que se presentaran.
La selección de fútbol ha jugado un gran torneo. Han dado la talla. La afición no se ha quedado atrás. Todos los españoles hemos animado y nos hemos volcado con la roja. Hemos viajado allá donde han ido. No les hemos dejado solos. Ahora, después de la victoria, vuelve a ser el momento de España.
Es difícil de entender que en los momentos en los que estamos cada jugador se embolse unos trescientos mil euros y más aún que la Federación de Fútbol Española ingrese otros tantos de cientos de miles. No es demagogia ni es mezclar huevos con caracoles. Se trata de que impere el sentido común. Alguien debería reflexionar sobre dos asuntos relacionados directamente con este tema. ¿Tributarán nuestros futbolistas y el equipo técnico sus ganancias en España? ¿Y qué hay de las deudas de los clubes de fútbol para con el Estado? En el Congreso de los Diputados se ha jugado esta pasada semana otro partido sobre este asunto. Los clubes españoles adeudan casi once millones de euros al Estado en concepto de Seguridad Social y a la Agencia Tributaria deben más de setecientos cincuenta y dos millones. ¿Por qué? Esta es la pregunta. La respuesta está en el tejado del Gobierno.
A pesar de todo y después de todo, estoy contento de la victoria, soy feliz de ser español. Y yo también grito: ¡Soy español, español, español… Yo soy español, español, español!