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Con Podemos, ni a la esquina

viernes 20 de abril de 2018, 08:33h

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El espectáculo neoestalinista que están ofreciendo estos días los podemitas madrileños, en pugna por desbancar a Pablo Iglesias, nos vuelve a evidenciar -una vez más- que el espíritu de Lavrenti Beria sigue muy vivo entre los herederos del comunismo leninista. Recordemos aquellos sonados episodios locales, que en Balears supusieron las purgas y posterior lucha sin cuartel entre los sectores Camarguista y Jarabista, y que finalizaron, como no, con la intervención manu militari de Madrid, expresión máxima de eso que llaman 'el gobierno de la gente' y que a mí, sin embargo, tanto me recuerda al totalitarismo de toda la vida, ya fuera franquista, castrista o pinochetista.

Pero, más allá del folclore acostumbrado en las filas de la extrema izquierda, la lección que nos deja esta legislatura a todos los ciudadanos es la de que con Podemos no se puede gobernar ninguna institución con normalidad. A la misma conclusión llegaron hace mucho tiempo los socios de los podemitas, pese a las congas iniciales. Armengol es bien consciente -por más que intente disimularlo- que la alianza con la izquierda antisistema le obliga a radicalizar su discurso, le condiciona negativamente la acción de gobierno y le impide mostrar la cara centrada y pragmática propia de la socialdemocracia moderna, con lo que pierde miles de votos de centroizquierdistas. En definitiva, Podemos obliga a los partidos de la izquierda a reproducir una y otra vez la quimera -que, por serlo, jamás existió- de una fraternal coalición de progresistas defensores del proletariado, al estilo del Frente Popular de febrero de 1936. Entonces, como ocurre ahora, se demostró que lo que mejor saben hacer los partidos de izquierdas entre sí es matarse, antaño en sentido literal y hoy, por fortuna, solo políticamente.

El saldo que deja el fenómeno efervescente de Podemos entre la izquierda es desolador, porque la ha dividido, la ha debilitado, y la está conduciendo a la radicalidad marginal. Al PSOE, además, la irrupción de Podemos lo está alejando progresivamente de su condición de partido sistémico o de gobierno.

El drama de Armengol y de los demás líderes socialistas de las Islas, incluyendo los escasos reductos del PSM no entregados a la fe podemita, es que su única posibilidad de gobernar la próxima legislatura pasa por volver a pactar con Podem en sus diferentes versiones y marcas, porque PSIB y Més, que además sufrirán el desgaste propio de cualquier partido gobernante, no sumarán escaños suficientes para celebrar el Pacte 4.0.

En consecuencia, a poco que los partidos de centroderecha dejen de hacer el indio y se limiten a verlas venir y no hacerse daño entre sí -al menos, públicamente-, las posibilidades de reproducir pactos de izquierda en las principales instituciones de la islas se desvanecerán y, tras este baño de realidad, sin duda los socialistas aprenderán de una vez que, con Podemos, ni a la esquina, aunque quizá sea demasiado tarde.

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