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Con los pies en el suelo

Por Vicente Enguídanos
viernes 15 de mayo de 2015, 08:54h

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Mientras recorro las noticias de portada publicadas en los medios locales, no he podido reprimir una mueca de perplejidad y asombro. Las playas baleares que solo tendrán azul el color del agua, el enano sadomasoquista vitoreado en Magalluf, la estrella mediática en la que se convierte el amigo de Carmen Lomana, el sórdido escándalo de corrupción policial y  política en la playa de Palma,  la oportuna lluvia de millones despachados desde Moncloa, la ola de calor que asa las meninges y las axilas, el rock de la cárcel que le tararean al rey del pollo frito, la intensidad y número de huelgas que se prevén o la llegada de San Isidro vestido a sangre y fuego han reducido a poco más de un suelto el mitin central del Partido Popular en Palma y la agenda política de los partidos que desgranan paulatinamente sus programas.

Debe ser el ecuador de la campaña electoral lo que ha devuelto nuestra atención hacia la realidad, que seguiremos compartiendo cuando el rosario de soluciones y ocurrencias, que escuchamos esta quincena, deje paso al trabajo del día a día. Ese largo periodo en el que lo importante no será lo bien o mal que habla quien pone su foto en la papeleta, sino quién y cómo, desde el gobierno, va a enfrentarse a las muchas caras con las que la vida nos visita, tantas como las referencias informativas con el que abríamos esta página.

Ya estoy deseando despejar las incertidumbres que se ciernen sobre la composición parlamentaria de las islas y las posibilidades que tenemos en Baleares de reproducir el colapso institucional de Andalucía. Parece más claro el oscuro horizonte que sobrevuela la gaviota, que mira a su derecha, en el resto de instituciones políticas y lo difícil que será articular alianzas estables entre formaciones, sin una organización estructurada o con excesiva dependencia jerárquica. Esto es la democracia participativa y esos serán los lodos que trajeron los polvos de una degradación sistémica, pero no olvidemos que la pistola está cargada y, una vez la disparemos, no podremos devolver la bala a su recámara.

Da pereza leerse los programas que han confeccionado partidos, agrupaciones y coaliciones políticas, algunos escritos para que no se les entienda y, los más, para que no se apliquen porque en el gobierno ni sueñan. Cabe una tercera vía entre los que compartían, o no, las enseñanzas del viejo profesor, cuando decía que las promesas electorales son solo instrumentos para ganar elecciones, que después se condenan a mejor vida. Yo he conseguido acabar las 233 páginas de Guanyem, editadas a toda prisa, aunque sigo sin saber por qué tantos partidos radicales de izquierda, sin apenas diferencias, son incapaces de ponerse de acuerdo antes de que el poder les una. Las ambigüedades conservadoras, el retórico lenguaje socialista, la forzada composición ideológica de naranjitos y lilas o las consabidas soflamas nacionalistas convierten en un gran sacrificio el recorrido por los manuales de las trece listas que concurren a las elecciones autonómicas por Mallorca.

No crean que soy como el que recibe latigazos del pequeño azotador de Punta Ballena. Solo pertenezco a ese respetable gremio que quiere avalar su papeleta con la mejor opción de entre todas, sin fijarse solo en lo bien o mal que lo hizo el que ya mandó, sino en la obligación moral de ceder la responsabilidad de marcar el rumbo a quien acredite mayor confianza para llevarnos a puerto, porque el breve gesto de disgusto expresado con un voto de castigo nos condena a sufrir sus consecuencias toda la legislatura.
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