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Con empleo y sin trabajo

miércoles 04 de enero de 2023, 09:38h

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Negar que 2022 ha sido un año de una intensa recuperación económica tras la pandemia sería estúpido. Las ansias de recobrar el tiempo perdido de millones de europeos han provocado un efecto rebote en el sector turístico que, por lógica, había de beneficiarnos, y así ha sido, afortunadamente.

Y cuando en Balears el turismo funciona, todo lo demás funciona, incluido el empleo.

Sentado esto, resultan patéticas las ansias del conseller de Model Econòmic, Turisme i Treball, Iago Negueruela, y de la corte armengoliana en pleno, de apuntarse el tanto, como si fuesen ellos los artífices de la creación de todos los empleos del sector privado. Más allá de la pléyade de asesores colocados para satisfacer las hipotecas clientelares de los partidos del Pacte, el Govern no crea un solo puesto de trabajo, de ninguna clase. Si acaso, a lo sumo, debe conformarse con no estorbar demasiado la actividad productiva de quienes, con su iniciativa y arriesgando su patrimonio, sí los crean.

De lo que sí es responsable -al menos, corresponsable- el Govern, es del maquillaje de una parte significativa de los empleos cuya creación se atribuye, porque ha conseguido vestir la mona del trabajo temporal con la seda del contrato fijo discontinuo gracias a la reformita laboral de Yolanda Díaz.

Las empresas no cambian sus dinámicas productivas por mucho que lo decrete así el gobierno de Pedro Sánchez. Si existe una necesidad temporal de contratar, obviamente se acude al mercado de trabajo y se contrata. Y si antes esa necesidad se cubría mediante las modalidades contractuales temporales, ahora no queda otra que acudir, en la inmensa mayoría de los casos y so pena de fuertes sanciones, a la modalidad denominada fijo-discontinuo.

El fijo-discontinuo es un viejo conocido de nuestra comunidad, a diferencia de lo que ocurre en gran parte de España. Aquí una mayoría de los trabajadores de la hostelería y actividades conexas con el turismo están contratados bajo esa figura. Son los fijo-discontinuos fetén o patanegra, es decir, trabajadores que, sin duda alguna, serán llamados las sucesivas temporadas que vengan y que ocuparán su puesto de trabajo alrededor de 9 meses al año.

Siempre he pensado que bastantes de ellos, en realidad, son fijos ordinarios con una mera distribución irregular de su jornada, es decir, que trabajan -y cobran- sus 1766 horas anuales en 9 meses en lugar de hacerlo en 11 como el resto de trabajadores fijos de otros sectores. Eso sí, gozan del privilegio de percibir la prestación de desempleo lucrada cuando se interrumpen sus servicios.

Pero, al margen de esto, ahora hay otra clase de fijos-discontinuos, la de los temporales camuflados, es decir, trabajadores que cubren necesidades coyunturales de las empresas, sin saber si las mismas son cíclicas o siquiera si se van a repetir alguna vez en el futuro, pero que, debido a la desaparición de las modalidades de contrato temporal, han tenido que ser contratados como fijos discontinuos, con dos únicas diferencias con relación a su estatus anterior: La primera, que si la necesidad temporal de sus servicios se reproduce, la empresa tendrá que llamarles a ellos con preferencia a otros trabajadores. La segunda, que si, en cambio, el empresario no puede darles ocupación en el futuro y tiene que romper el vínculo contractual, recibirán una indemnización del 20 días de salario por cada año de antigüedad en lugar de los 12 que percibían al finalizar un contrato temporal. Esos es todo.

Por el camino, eso sí, el gobierno -y Negueruela chupando rueda- logra presentar como empleados a miles de trabajadores que, en realidad, están inactivos en su casa o buscándose otro empleo. Es decir, se trata de empleados sin trabajo.

Si se han fijado en el detalle, el ejecutivo de Sánchez se niega a ofrecer el dato de cuántos fijos discontinuos están, en realidad, inactivos, aludiendo a quiméricas dificultades para determinarlos. En la práctica, todo el mundo sabe que eso es lo más fácil del mundo, porque durante sus períodos de inactividad los fijos discontinuos no cotizan, de manera que es tan sencillo como darle al botón en la Tesorería de la Seguridad Social y que se cuenten cuántos de los afiliados contratados como fijos discontinuos estaban a 31 de diciembre inactivos. Pero la realidad, amigos míos, es incómoda y políticamente incorrecta.

El problema es estético y, sobre todo, político, porque si una parte significativa de los fijos discontinuos estuvieran inactivos, en la práctica significaría que la reformita laboral de hace un año en realidad para lo único que ha servido ha sido para camuflar las cifras de paro, que esas sí hacen pupa a Sánchez. Y eso lo saben perfectamente Negueruela y las patronales de Balears, alguna de las cuales -la PIMEM de Jordi Mora- parece ya un mero departamento de propaganda del Govern.

De manera que sí, la actividad económica ha ido fenomenal en 2022, se han creado o recuperado miles de puestos de trabajo y debemos alegrarnos de ello, pero las cifras reales de ocupación efectiva no son, ni de lejos, las que nos quieren vender los dirigentes del Pacte.

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