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¿Es posible detectar mentiras sólo con mirar?
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(Foto: J. Fernández Ortega)

¿Es posible detectar mentiras sólo con mirar?

Por Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 25 de enero de 2025, 05:00h

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El psicólogo Francisco Campos (Felanitx, 1972), licenciado por la UIB, posee un máster en Comportamiento No Verbal y Detección de Mentiras, y otro máster en Perfilación de la Personalidad y Negociación. Además, cuenta con una dilatada experiencia como formador, ha publicado el libro No me llames profe y colabora de manera habitual con distintos medios de comunicación.

¿Cómo podríamos definir lo que es el comportamiento no verbal?

Es todo aquello que hacemos, de manera consciente o inconsciente, que no tiene un código lingüístico explícito e invariable. La expresión facial, los gestos de las manos y de los pies, la mirada, la postura corporal o la orientación son ejemplos de lo que entendemos por comportamiento no verbal.

¿Es posible intuir cómo es una persona observando simplemente sus gestos?

Eso lo hacemos a diario en cualquier interacción humana, consciente o inconscientemente, pues es un conocimiento de origen emocional. Otra cosa es perfilar con certeza la personalidad de los demás observando unos cuantos gestos. Necesitamos una buena observación del comportamiento no verbal y de los hechos de la persona para el conocimiento objetivo de cómo es.

¿Podemos saber si un político nos está mintiendo fijándonos simplemente en su mirada o en su tono de voz?

No, y cualquiera que transmita esa idea está vendiendo humo. Lo que sí vamos a poder detectar es cuáles son aquellos temas, debido a su comportamiento no verbal, en los que los periodistas deberíais seguir preguntando y obtener más información.

¿La política es el arte de la mentira, o quizás es un poco exagerado afirmar esto?

Como en todos los ámbitos, hay gente que miente, y quizás eso es suficiente para justificar vuestra profesión. Sin embargo, actualmente vivimos tiempos en los que temas zanjados, que ya han sido explicados desde el ámbito académico y científico, se han vuelto temas opinables. Es decir, la verdad depende del número de likes o de seguidores. Y esa es la gran mentira, porque hay cosas que son o no son, y de ellas no cabe opinión. Básicamente para no parecer demasiado imbéciles.

"Vivimos tiempos en los que temas zanjados, que ya han sido explicados desde el ámbito académico y científico, se han vuelto temas opinables"

¿Nuestro propio lenguaje corporal puede dar pistas de si, por ejemplo, estamos padeciendo una depresión?

Claramente. De hecho, evolutivamente, nuestra especie exhibe de esta manera el estado anímico, pues al ser seres sociales y cuyo éxito depende de la cooperación con los demás, lo más adaptativo es mostrar que necesitamos la ayuda o el apoyo de los demás.

Respirar profundamente, hablar de forma pausada o sonreír más, ¿puede llegar a cambiar nuestro estado físico?

Nuestro cerebro recibe señales sensoriales de nuestro cuerpo, la propiocepción. Cuando sonreímos, el cerebro inter­preta que estamos contentos y libera sustancias llamadas endorfinas, capaces de alegrarnos momentáneamente. A partir de ahí, habrá repercusiones positivas en la esfera física.

¿Cuál es el eje central de su libro 'No me llames profe'?

Es una guía que permite organizar al profesorado su observación y su interpretación de los problemas del aula y del centro educativo y, con ello, actuar estratégicamente a la hora de solucionarlos. El fin último es reducir el malestar en los docentes y aumentar su eficacia educativa.

¿Qué destacaría de su amplia experiencia como formador?

Destacaría los aprendizajes que adquiero cada vez que tengo que preparar y desarrollar cualquier programa formativo. El primero fue que aquello que no es útil, pronto se olvida. El segundo, que la finalidad última es que los asistentes aprendan. Si no es así, no se está desarrollando una formación, sino una venta de humo.

"Mi libro 'No me llames profe' es una guía que permite organizar al profesorado su observación y su interpretación de los problemas del aula"

¿En qué consistía su tarea como educador en el Servicio de Primera Acogida de Adolescentes?

En protegerlos. En todas sus acepciones: la protección física, el acompañamiento emocional y la facilitación de un proceso personal que les permitiese entender su realidad, normalmente bastante dura. Se trataba de que sintiesen que no estaban solos.

Usted trabajó luego como técnico de intervención socioeducativa...

Sí. Era una figura que tenía el papel de ser un enlace entre el contexto social y familiar del alumnado y la comunidad educativa, tratando de prevenir, reducir o eliminar las interferencias sociales que dificultan el proceso enseñanza-aprendizaje. Por ejemplo, interviniendo en los problemas de convivencia escolar, en el absentismo escolar o en la detección de indicadores de desprotección.

Posteriormente, fue psicólogo en el IMAS. ¿Cuáles eran sus principales funciones?

La misión era entender qué sucedía con los menores que podían estar en una situación de desprotección y, a partir de completar ese complejo puzle de cada una de las historias, tomar decisiones en equipo en bien de los menores. Evidentemente, había decisiones duras de tomar y de ejecutar, sobre todo cuando había que llevar a cabo la retirada de un chico o de una chica de su familia. Es un trabajo en el que constantemente se realiza un juego de equilibrio con la idea de minimizar el malestar en la familia y proteger al menor.

Y desde hace un año está en la Dirección Insular de Familias...

En la sección de Igualdad, como técnico de formación. Un ámbito bastante diferente, con menos exigencias emocionales, y con el objetivo de facilitar actividades formativas encaminadas a educar para la igualdad. Porque en esto de la igualdad hace falta pedagogía, ya que no es ni debe ser una cuestión opinable.

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