Como todos sabemos la comunicación ha cambiado considerablemente en estos últimos tiempos y ahora la forma de hacerlo, en teoría, es mucho más ágil, más rápida y nos hace mantenernos más alertas en cuanto a las relaciones.
Se podría decir que el email ya es del siglo pasado, por no hablar del teléfono y hemos pasado a hacerlo a través de wassapt, del face time, el Skype y otra serie de aplicaciones que hacen que nos podamos comunicar rápidamente.
No obstante la pregunta es la siguiente, ¿sentimos que nos comunicamos mejor que antes?
En nuestro despacho de Vilas Talentum, las personas se quejan más que nunca de los problemas de comunicación con sus parejas, compañeros de trabajo o familiares.
Hemos pasado a felicitarnos los cumpleaños vía wasssapt y en muchas ocasiones, ni tan siquiera somos capaces de descolgar el teléfono porque no tenemos tiempo de hacerlo, vamos siempre corriendo de un lugar a otro, en muchas ocasiones móvil en mano, hablando como si de locos se tratara, gesticulando, o lo que es peor aún, escribiendo mensajes que hacen que ni tan siquiera miremos a las personas con las que nos cruzamos en medio de la calle, como si se tratara de zombies deambulando por las ciudades.
Y lo más curioso es que a todo esto le llamamos progreso, rapidez, eficacia en las relaciones y cercanía. Los más jóvenes nos increpan acusándonos de no estar a la última, de no saber de que va esto de las tecnologías y de no querer adaptarnos a los tiempos que vivimos.
Desde mi punto de vista no nos comunicamos mejor, sino que utilizamos otros canales que hacen que esta sea menos personas y que nos separan más y más de las personas con las que nos relacionamos, en lugar de acercarnos.
Es cierto que tal vez la comunicación sea más rápida, en ese punto estamos todos de acuerdo, pero ¿eso nos hace tener más tiempo libre para hacer lo que nos gusta y así disfrutar de las personas con las que nos relacionamos? Estas herramientas deberían de ser de trabajo y, sin embargo, las utilizamos para todo en nuestra vida, sin darnos cuenta, nos desconectan más y nos aíslan emocionalmente de los seres a los que amamos.
Deberían ayudarnos y está claro que producen en nosotros el efecto contrario, pero tal vez tampoco deberíamos demonizarlas, sino aprender a utilizarlas para nuestro beneficio, dejándolas de utilizar cuando no las necesitamos realmente y utilizándolas cuando sean necesarias para el fin que realmente tienen, ayudar y no separarnos de nuestros seres queridos.
Detrás de cada máquina hay un ser humano que debería de aprender a vivir mejor y poner las herramientas que construimos a nuestro favor y no en contra nuestra para favorecernos en nuestro día a día y no crearnos más problemas, como parece que ocurre ahora.
¡Empleemos la tecnología para beneficio nuestro y no en perjuicio!, simplemente es, una vez más, un tema de sentido común, el menor de nuestros sentidos.