Castro, La Vedette!
sábado 18 de enero de 2014, 10:57h
Conocí una vedette que se apellidaba cCastro. Era una buena bailarina en un local no muy grande de una pequeña capital en provincias. Nunca destacó por nada en especial, pero la verdad es que cumplía razonablemente bien con su trabajo de entretener al respetable. Pasaba desapercibida en la mayoría de ocasiones y eso, en el mundo del artisteo, ya es bastante. Sus números eran mediocres, porque ella tampoco daba para más, pero no lo hacía mal. No derrochaba talento, pero tampoco le tiraban tomates sobre el escenario, ni la abucheaban. Bueno, algún que otro ¡fuera, fuera! sí se llevó, pero todos podemos tener un mal día y el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra. Tenía bastante mal carácter y aunque era disciplinada y trabajadora, solía contestar mal, frecuentemente fuera de tono. Lo que se conoce como una lengua viperina, vamos. Su voz de cazallera no le impedía cantar canciones sin desafinar. Y aunque estaba algo entrada en carnes, lograba disimular los michelines con vestidos que ella misma se arreglaba. Le gustaba ir en moto a trabajar, por una cuestión de rapidez en el desplazamiento y comodidad en el aparcamiento, aunque le gustaban los coches deportivos y la velocidad. Pero no se le conocían excentricidades, excepto lo práctica de la esgrima japonesa o kendo, si así podemos considerar este arte marcial.
Un día, harta de no destacar tanto como a ella le gustaría, hastiada de pasar sin dar la nota, cansada de que su talento pasase desapercibido al gran público, se le ocurrió que tenía que estrenar un espectáculo nuevo para relanzar su carrera. Decidió provocar al espectador y ser un poco transgresora. No podía hacerlo sola, pero ella tenía que ser la protagonista indiscutible y llevarse las ovaciones del público. Una mujer hecha a sí misma, tozuda y con carácter, tenía que ser capaz de eso y de mucho más. Solo tenía que aguzar el ingenio y proponérselo decididamente. Y así lo hizo. Un número detrás de otro consiguió acaparar el interés de los espectadores y de la crítica. Empezó a ocupar portadas en la prensa y a conceder entrevistas en los medios especializados. Y su club de fans, que le enviaban ramos de flores al camerino y le aplaudían por la calle, empezó a multiplicarse. Su fama se acrecentó y su fama adquirió ámbito nacional. Las cadenas de televisión y radio, y los principales medios de comunicación destinaban a sus mejores periodistas para seguir de cerca sus andanzas. Hacían conexiones en directo y el local donde ella trabajaba pronto se vio cercado de unidades móviles con antenas parabólicas para retransmitir las últimas novedades de un espectáculo que sin tener nada de extraordinario desde un punto de vista artístico y musical, ella había conseguido con ambición y perseverancia, llevar a primera línea de la actualidad. La vedette Castro fue una chica espabilada que supo aprovechar su oportunidad para lanzarse al estrellato y adquirir la fama que durante años y años de discretas actuaciones en el cutre escenario en el que cada noche se levantaba el telón, le había sido negado injustamente. Ahora había llegado su oportunidad y la estaba disfrutando como ella se merecía.
Sin embargo, había otra bailarina en el show con mucho más talento que ella. Se apellidaba Horrach. Sin tanta experiencia como Castro, por una cuestión de edad, había actuado en mejores salas de fiesta y los medios de comunicación conocían bien su forma rigurosa y profesional de manejarse sobre el escenario. Horrach cantaba y bailaba mucho mejor. No le importaban excesivamente las críticas y procuraba ser honesta consigo misma y dar lo mejor cada noche. Castro tenía profunda envidia de Horrach. Germinó entre ellas, antes buenas amigas y compañeras de camerino, la discordia. La Castro no quería limitarse a llevar adelante el espectáculo dignamente, como había hecho siempre. Ahora quería destacar y brillar por sí misma, sin nadie que le hiciese sombra. Pero la función sin Horrach corría peligro y no podría llegar a buen puerto. Castro se consumía de envidia en su interior y poco a poco comenzó a cometer errores hasta que la crítica fue feroz con ella. Así fue como la gran vedette que llegó a ser, acabó sus días, criticada y vapuleada. Abucheada por el público al descubrir que para ser una gran artista hace falta algo más que no cometer errores.
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Castro, La Vedette!
Últimos comentarios de los lectores (8)
18443 | Lluis - 19/01/2014 @ 14:24:48 (GMT+1)
Gracias, Lluisa. El tuyo, igual que el mío, también denota dos cosas: Consanguinidad o desconocimiento de las actuaciones de la vedette. Y lo de que brilla por sí mismo lo dirás por las corbatas naranjas horteras que se pone, ¿no? Porque solo hay que ver sus interrogatorios (filtran también a youtube, sí) para ver el "nivelazo" del personaje
18435 | CENIT - 18/01/2014 @ 21:47:08 (GMT+1)
La fiscalía anticorrupción está en el cenit de su valentía gracias a fiscales como Horrach.
18434 | maría antonia - 18/01/2014 @ 20:59:19 (GMT+1)
La fiscalia anticorrupcion esta en sus horas mas bajas. Las últimas filtraciones cocinadas y interesadas a sus medios de cabecera lo demuestran.
18425 | Enmascarado - 18/01/2014 @ 17:57:06 (GMT+1)
¡¡¡¡¡¡¡BUENISIMO¡¡¡¡¡¡
18423 | Lluisa - 18/01/2014 @ 16:51:38 (GMT+1)
Fantástico el artículo. Los debes de conocer muy bien. Castro traicionó a Horrach llevándose la pieza que este le había cazado con brillante puntería.f
Horrach brilla por si mismo, sus últimas actuaciones así lo demuestran una vez más.
El comentario anterior de "Lluis" denota dos cosas: o rencor procesal o envidia corporativa. Seguro.
18422 | Eugenito - 18/01/2014 @ 16:46:31 (GMT+1)
Siempre es mejor una vedette de pueblo con su inocencia y sus shows públicos, que algún cantante de fama internacional que se vende y se presta a dar actuaciones privadas a cualquier dictador despiadado en África.
A lo mejor esta vedette se está haciendo tan famosa porque no finge ni sobreactúa. Eso le honra y yo me alegro, porque empezaba a pensar que este tipo de show era tan falso como la lucha libre.
18412 | Lluis - 18/01/2014 @ 10:42:23 (GMT+1)
Gran artículo hasta que la metáfora alcanza a la vedette Horrach. Creo que has confundido la historia. En las noches cutres y los bolos veraniegos, las vedettes Horrach y Castro bailaban el mismo número y ninguna de ellas destacaba especialmente. Los "fuera, fuera" fueron para ambas y, si en alguna noche se salvaron, fue porque el público estaba tan ávido de espectáculo que aplaudía aunque bailaran bailarinas feas y gordas.
La vedette Horrach nunca, ni aun hoy, fue buena. Quizás fuera superior a Castro, porque ésta estaba pasada de peso y carecía de formación en baile y canto (la enchufaron en el cuarto turno de la noche), pero la vedette Horrach se apuntó al numerito de Castro y, esto hay que contarlo, mucha gente perdió mucho dinero, tiempo y fama por ser "invitada" a un espectáculo tan cañí. Solo se separaron sus caminos cuando la vedette Castro, que en el anochecer de su carrera quiso hacer un "por mis cojones que el último baile será el mejor", cuando la vedette Horrach sintió que el barco se hundía y que ella, que pese a su desmejorado aspecto quería seguir bailando un poco más, tenía que separar su camino del de su otrora compañera de fatigas. Como los amores queridos son los más reñidos, el taconeo con el que escenificaron su adiós fue muy sonado. Pero, en el fondo, cada una se veía reflejada en la otra. Y no les gustaba nada su reflejo
18411 | Archipámpano - 18/01/2014 @ 10:31:04 (GMT+1)
Ariza, ¡eres único!
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