Tras horas y horas de tortuoso interrogatorio a la hija del Rey de España entre un escándalo internacional que no hace más que crecer, el juez Castro se encuentra ahora ante sí mismo. Tuvo sus ocho horas de gloria y su nombre ya se conoce por toda Europa y allende los mares. Pero puertas adentro queda una sociedad ahogada por los escándalos, la crisis y el desprestigio. Castro está a punto de cerrar este sumario. En sus calificaciones decidirá si pide que la infanta Cristina se siente en el banquillo. Después serán instancias superiores las que decidan si este hecho se produce en la práctica. Pero el espectáculo ya está sobre el escenario internacional ya está sobre el escenario con toda su virulencia. Una vorágine de judicialización de las Balears iniciada hace más de un lustro ha llegado a la cumbre. Son más de 400 implicados, incluidas esposas de políticas a partir, a menudo, de denuncias de abajo a arriba por parte de imputados a las puertas de la desesperación, como es el caso de Diego Torres (que tiene a su mujer empapelada) contra Cristina e Iñaki.
El sábado las televisiones francesas, británicas y de otros muchos países abrieron sus secciones de información internacional con el show de la rampa, sin que acuse Fiscalía ni las Abogacías del Estado y la Comunitat Autònoma. Es lo nunca visto, Se espera ahora una movilización del aparato del Estado para salvar a Cristina del banquillo. Ya se vio elsábado en Palma con un despliegue policial sin precedentes. Toda el área de los juzgados y muchas partes de la ciudad estaban o bien tomadas o altamente controladas con discreción. Pero la sensación de ahogo y angustia por lo que pueda pasar se respiraba en muchas partes. Además, el nervio del Estado parece tocado, sin saber como reaccionar. El propio ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, era alcalde de Madrid cuando esta institución dio dinero a Noos. ¿Le citará Castro como epílogo del sumario?
Ahora por todas partes se comenta la esencia de la declaración de Cristina: confiaba en su marido. Si el juez lo acepta, ¿qué pasará con la mujer de Diego Torres y otras cuyos esposos se han sumado a la vorágine de las denuncias, a falta de otras pruebas, para salvarse y para salvarlas a ellas?
Castro está ante sí mismo, pero cuando la marea ha alcanzado niveles enormes, prácticamente irrecuperables de desazón y desmoralización colectivas. Y en todas partes ya se visualiza a España como un Estado de pandereta, de escandaleras interminables, donde tirar de un hilo puede suponer echar abajo un edificio construido durante décadas, incluso durante siglos. Castro nos ha mostrado a todos la fragilidad de la sociedad a la que sirve, su vértigo y su angustia al contemplar el abismo.