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Casi nada es temporal

Por José A. García Bustos
sábado 12 de agosto de 2023, 11:41h

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Cuando su pareja le diga “vamos a darnos un tiempo” ya puede suponer que la cosa está muy fea. Muchas veces, hablar de temporalidad es hablar de perpetuidad disimulada, sobre todo cuando es algo que no es agradable para el receptor del mensaje o, lo que es peor, cuando intentan colársela sin que se entere y para cuando quiera darse cuenta ya sea demasiado tarde.

Si lo temporal es un eufemismo para referirse a lo contrario, tomen precauciones cuando escuchen que alguien emplee ese calificativo.

Piensen y verán que todos tenemos recuerdos particulares de eventos que iban a ser temporales en nuestras vidas y al final no lo han sido. Alguien que se coló temporalmente en nuestras vidas o aquella coincidencia o alineación temporal de planetas que cambió nuestro destino.

En el imaginario colectivo existen importantes episodios que nos han cambiado la vida y tenían que ser “temporales” pero han quedado para siempre. Como la creación de impuestos de carácter temporal o el abuso que ha hecho este gobierno del decreto ley cuando está pensado para casos puntuales de extraordinaria y urgente necesidad.

Otros ejemplos más internacionales donde la permanencia se ha disfrazado de temporalidad para colárnosla por la escuadra.

El 15 de agosto de 1971, el presidente estadounidense Richard Nixon anunció que, de manera temporal, el dólar dejaría de canjearse por oro. Se eliminaba el patrón oro y se abría la caja de Pandora que ha acelerado los ciclos económicos. Esa temporalidad lleva ya 52 años y no tiene visos de verse corregida salvo que los países del BRIC lancen su propia moneda conectada al metal precioso como todo indica que va a ocurrir. En unos días lo anunciarán.

Esa desafección temporal del dólar al patrón oro ha hecho que seamos más pobres. Mientras la emisión de dinero estaba ligada a las reservas de oro, la inflación (emisión desmesurada de dinero) estaba controlada y, por tanto, también la subida de precios y el empobrecimiento de la población. Abanderando la temporalidad, Nixon nos la coló.

Otro que nos la coló fue Bush. Tras los atentados del 11-S en Estados Unidos, la ley patriota (Patriot Act) promulgó la intervención temporal de las comunicaciones. Bajo el estado de shock tras los atentados, esta ley permitió que durante años la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) llevara a cabo escuchas de teléfonos, barridos de Internet y seguimiento de la ubicación de poblaciones enteras. No fue sino por la denuncia de abusos por parte un extrabajador de la NSA, Edward Snowden, cuando en 2015 se dejó de escuchar todo lo que se hablaba por teléfono que se canceló el programa de vigilancia invasiva. Al menos de manera temporal.

Fíjense hasta dónde llegó el espionaje que se llegaron a instalar extensiones de programas informáticos a conocidas aplicaciones como Angry Birds o Google Maps para espiar a sus usuarios.

Pero eso también fue temporal. En 2015 la Patriot Act dio paso a la Freedom Act que cede la capacidad de almacenar información sobre llamadas de millones de estadounidenses a las compañías telefónicas.

Hoy en día no necesitan tanto. Les hemos abierto la puerta de nuestros hogares. Alexa escucha y graba nuestras conversaciones y Roomba además de aspirar el suelo, conoce la distribución y dimensiones de nuestro hogar. Son dos de múltiples casos en los que la tecnología está presente en nuestra intimidad, por voluntad propia. En ambos casos ha habido bechas de seguridad.

Prueben a decir en voz alta que desean ir de viaje a un país en concreto y esperen a ver qué tardan en recibir publicidad sobre el mismo. Su teléfono móvil le “escucha” permanentemente.

El calificativo de temporal se emplea de manera intencionada para disimular algo permanente cuando se espera que no sea aceptado de buen grado por parte del receptor. Sin embargo, cuando lo temporal es algo positivo se dice que es interino (del latín interim) como los ascensos o puestos de trabajo que no han sido ocupados de manera oficial o quien suele hacerlo no lo hace, por razones varias. Existen contratos de interinidad que nada tienen que envidiar a los indefinidos. Un contrato interino suele cubrir una baja temporal. Fíjense que el trabajo es interino y la baja es temporal.

Por eso, cuando su pareja le diga “lo dejamos temporalmente” sepa que tiene muchos números de que va a ser para siempre. La duda es si en este caso, lo temporal tiene que ser obligatoriamente negativo.

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