Carta a Fernando Vázquez

Estimado amigo:
Permíteme el tratamiento a partir del detalle que has tenido al enviarme un saludo a través de Ricard Cabot. Sí, en efecto fui muy crítico con parte de tu labor hace dieciséis años pero, si bien reconozco que mal de muchos es consuelo de tontos, suelo serlo con casi todo el mundo porque así concibo mi trabajo y, por supuesto, con excepciones que confirman la regla y merecen mucho la pena.
Es verdad que contigo no mantuve charlas muy largas, ni profundas, como si tuve ocasión de tener con Luis Aragonés, Héctor Cúper, Lorenzo Serra Ferrer, Juan Carlos Forneris, Benito Floro, Antonio Oviedo, José Luis Saso y algunos más que no citaré para no olvidarme de nadie. Pero, fíjate, que si recuerdo tu primera visita a Palma después de tu cese, con la Unión Deportiva Las Palmas y un 0-3 en Son Moix con el que dejaste a tus anteriores patrones mirando a la luna. ¡Qué felices momentos aquellos! que, con el paso del tiempo, han permitido descubrir sombras donde sólo parecía haber luces.
Ahora nos veremos menos. Ya no voy a las ruedas de prensa, ¿para qué?, a escuchar respuestas tópicas a preguntas rituales. Sin réplica, sin ingenio, sin debate, sin lecciones como las que me daban quienes he mencionado en el párrafo anterior. ¡Cuánto me enseñaron!. Pero ¿quién es hoy el maestro y dónde están los aprendices?.
Te deseo mucha suerte en tu nueva etapa por estos pagos maltratados. Casi somos de la misma quinta, casi. Y, la verdad, te encontrarás con un club que no tiene nada que ver con el que conociste entonces. La dramática historia, sobre todo del último lustro, será contada por digitados vencedores y, con toda probabilidad, revisada por sus patrocinadores. Pero siquiera hablando del presente, es bueno reconocer que el Real Mallorca se ha deshecho de sus raíces. El mallorquinismo asiste indiferente a la representación del desarraigo, a la pantomima permanente, a la puesta en escena diseñada por profesionales del negocio, el comercio o la industria, por expresarlo finamente, pero no del fútbol. Aquel club en el que tu serviste dejó de existir. Conserva el nombre, pero es otro.
Pese a todo te deseo que la fuerza y la fortuna te acompañen. Espero que seas indulgente con mis reproches, muchas veces equivocados pero siempre honestos, y te recomiendo que no tragues lo que se han bebido, sin que se sepa muy bien por qué, tus cinco predecesores.
Un abrazo
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