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Carol Romero o una meditada interpretación de la aventura
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Carol Romero o una meditada interpretación de la aventura

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En esta ocasión no tuvimos que desplazarnos fuera de Palma, Carol tiene su estudio tras un ancho pasillo en una nave de las galerías de un polígono industrial. Pensaba en lo difícil que me resultaba siempre aparcar en esa zona, pero Francisca dijo que no habría problema y así fue. Allí en uno de esos locales y con un gran ventanal, la artista tienta a su suerte inspirativa, da rienda suelta a su imaginación…

Carolina Romero Cortés nace el 28 abril 1965 en Palma. Ese, era declarado Año Internacional de la Cooperación por la ONU, la dictadura de Franco permitía la lectura del Evangelio en las lenguas vernáculas, en Selma (Alabama se sucedía el Domingo Sangriento, Elvis Presley recibía a The Beatles en su mansión de Graceland, Bob Dylan creaba controversia entre los puristas al utilizar instrumentos eléctricos en el Festival Folk de Newport, Reino Unido prohibía la publicidad de cigarrillos en televisión, Alemania dictaba 66 sentencias de muerte a tantos ex SS en el juicio de Auschwitz, Bonneville Salt Flats rompía el récord de velocidad en tierra en Utah (966 km/h), se estrenaban las películas Doctor Zhivago, La historia más grande jamás contada, ¡Help!, con The Beatles como protagonistas, y Barba Roja de Akira Kurosawa.

Hija de Vicente, natural de Valencia de profesión Agente Comercial y de Carmen, Natural de Sóller de profesión esteticista, tiene dos hermanas y un hermano.

Creo que la influencia de ver a mi abuelo como diseñador de joyas me inspiró desde muy joven en temas artísticos, yo dibujaba muy bien, mi madre me lo recordó muchas veces. También tuve a un tío que fue fabricante de joyas y me fijaba en la manera en que diseñaba.

¿En un recorrido por su infancia con qué nos encontraríamos?

Desde los cuatro hasta los catorce años fui al Colegio de La Inmaculada y luego pasé a San Luis Gonzaga y coincidí con Ñaco Fabré. Era buena estudiante, muy alegre, rebelde, me encantaba bailar y hacer deporte.

A veces llegaba corriendo, la cara roja, sudada y la profesora me recordaba lo de tantos días: ¡Romero! ¿De dónde viene?, no puede entrar así. Cierto día, poco antes de la comunión estaba jugando a “pilla-pilla” y me di un tortazo. Ya me tienes ese día especial con un ojo morado. Era un poco bruta, inseparable de mi hermano Tito (Vicente). Nos subíamos a los árboles y nos gustaba jugar a cosas extravagantes. En una ocasión jugábamos en la plaza del Obelisco y el juego consistía en cumplir el deseo del otro, a mi hermano no se le pasó por la cabeza otra cosa que tumbarse en el asfalto, brazos en cruz y mirando al cielo. Yo me puse a su lado en la misma postura. Ya te puedes imaginar la escena, los coches pitando y los conductores estupefactos. ¡Pero qué hacéis! ¡Estáis locos! – gritaban.

En nuestra tentación a la suerte, jugábamos a ser artistas de circo. Teníamos dardos y uno se colocaba en la pared con los brazos en cruz y el otro lanzaba. Yo le clavé un dardo en el brazo a Tito. En fin, teníamos nueve o diez años. Una de las cosas más bonitas, eran nuestros veranos en Sóller en casas de los abuelos. Dibujaba casi todos los días con carboncillo.

¡Caramba! ¿Y qué sorpresas nos deparará su adolescencia?

A los quince años fui modelo para la Escuela de Arte de Xim Torrens. Dejé de estudiar y empecé a acudir a clases de baile de jazz contemporáneo en el Auditorium de Palma, también me inscribí en un curso de verano de teatro. Con un novio marché seis meses a viajar por Francia y por Italia, en una furgoneta. Paramos en Francia a saludar a mi hermana que en aquel tiempo se había hecho amiga del artista, Miguel Barceló. Tengo todavía un pez que nos regaló con forma de pendiente. Le ayudamos a trasladarse a un estudio nuevo que había montado en una vieja iglesia. Uno de esos días vino el diseñador Javier Mariscal y Barceló le pidió que hiciera un dibujo a mi hermana, ya que él se lo había prometido y no había cumplido y vaya que si lo hizo. Una obra de dos por dos metros y además Barceló le regaló una pieza suya. Mi hermana era muy independiente y avanzada a su tiempo, vestía chaquetas de cuero y pendientes con calaveras.

Mimo, circo, pintura, viaje… ¿Y cómo acabó esa aventura?

Después de esos seis meses y de regreso, me quedé en Barcelona para estudiar mimo en el Institut de Teatre, dónde estudiaron los miembros de Tricicle. Me incorporé a trabajar en un circo durante un periodo. Recuerdo que dentro de mí pensaba que algún día me gustaría dedicarme a pintar. Cosa que nunca dejé de hacer. Guardo dibujos de todas las épocas.

Poco después viaje a Madrid, quería también hacer cine. Tenía un novio que me presentó a Celedonio Perellón y trabajé con él como modelo y en aquel entonces, un artista llamado De la Fuente, se empeñó en que yo pintaba muy bien.

Un señor que había visto pinturas mías, en el restaurante La Rueda del Terreno quiso que pintase para él unos encargos y mi espíritu me conducía a seguir viajando. Rechacé la oferta.

En una reunión de amigos pinté un bodegón utilizando una botella y un vaso, nadie creyó que yo jamás hubiera usado la técnica del pastel para conseguir aquellas transparencias, ni tan siquiera una amiga que era profesora de pintura. Y era mi facilidad natural, siempre fue así.

Tras eso marché a recorrer Andalucía, a pintar paisajes.

Poco a poco va cumpliendo ese deseo interior y se dedica a lo que siempre quiso, las artes plásticas…

Durante unos meses estuve encerrada en el estudio y llegó una primera exposición en un centro de yoga, Tramuntana Flow, en la Cabaneta. Presenté mi colección “bailando con las estrellas”.

Sus obras elaboradas con acrílicos, texturas, pigmentos puros, materiales variados, ocupan espacios en Italia, Alemania y Estados Unidos y presume de que una de sus obras favoritas está colocada en el Hotel Mirabó de Valldemossa.

¿Qué diálogo existe entre usted y sus obras?

Creo en la energía, en la conexión. Soy un ser espiritual cuando me vuelco en una obra y me dejo llevar. Mi mente y mi espíritu trabajan al unísono. ¡Por ejemplo!, esta obra que está encima del caballete y que nombré Stardust, está inspirada en un hecho que vivo cada primer día del año. A las siete de la mañana me baño en el mar. Utilicé pigmentos, aglutinantes, acrílico y pintura Stardust.

Muestra un cielo nublado y un mar revuelto y aunque las tonalidades son grisáceas y asalmonadas, las figuras de dos delfines surgen para que la escena resplandezca de fuerza y alegría. La abstracción y la figuración componen una imagen surrealista, no exenta de lírica.

¡Sí! A mí me agrada combinar los estilos, componer y descomponer las disciplinas.

Me hace saber que vivieron una curiosa anécdota con su madre y le pido que nos la cuente…

En cierta ocasión una señora desconocida se presentó en el local de estética de mi madre para hacerle una petición cuando menos rara, la invitaba a acompañarla a una casa donde una señora debería contarle una historia que tenía mucho que ver con ella. Ese era el recado que le habían encomendado trasladarle. A mi madre le extrañó tanto misterio, pero supongo que le debió pasar por la cabeza que bien podía ser la broma de alguna amiga. A la hora que era y habiéndose marchado la última clienta, mi madre cerró el local y se fue con esa mujer hasta una casa no muy lejana. Llamaron y le abrió la puerta una señora de gran tamaño que la invitó a pasar hasta un salón. Entonces le confesó que alguien quería hablarle desde el más allá y que ella solo era una médium. Mi mamá se negó a seguir con aquella increíble charla y además la mujer le decía que hablarían a través de la ouija y justo en ese instante, el vaso golpeó en la rodilla de mi madre que se asustó todavía más de lo que estaba y le insistió a esa mujer que quería marchar. Al final la convenció y se sentó a la mesa, no sin antes volver contraer el aliento con los movimientos del recipiente que caminaba sobre el tablero. Una y otra letra hasta formar palabras y frase. Le decían que el espíritu que le estaba mandando el mensaje era Leonardo Da Vinci y que en otra vida, ella había sido su madre y sabía que algún día volverían a encontrarse y no tan solo eso, sino que alguien de su nueva familia tendría algo que ver con el arte. A él, le gustaría reencarnarse en uno sus hijos, aún sabiendo que eso ahora era imposible. Mi madre marchó de allá sobresaltada y convencida de que debía alejarse. No obstante, por el camino pensaba en lo curioso del caso; siempre había sentido admiración por Leonardo Da Vinci.

Tiene lienzos apoyados en las paredes, en un altillo, sobre un caballete, algunas piezas de gran formato que parece que están esperando a que les de alguna orden. Francisca las va moviendo encarándolas a la luz del ventanal para plasmarlas resplandecientes en sus instantáneas.

Sobre uno de los altillos una bicicleta se levanta y al darme cuenta de que me observa…

Eso que estás mirando es una bicibólica. Mis amigos de vez en cuando me traen antiguas antenas parabólicas que yo reciclo y empleo como soporte para crear algunas de mis obras.

No deja de ser metafórico lo que surge de esos elementos, es como si ellas mismas se encargaran de ampliar el mensaje. Es un objeto que me permite imaginariamente viajar por el cosmos. Durante el confinamiento llegué a pintar hasta siete y algunas por los dos lados. Este es un formato por el cual me ha conocido mucha gente.

Puede que algún amigo le colgase el mote de “cósmica” por sus creencias en las conexiones con el más allá, tal vez con la utilización de ese dispositivo con el que puedes recibir o emitir ondas radioeléctricas, esa convicción se multiplica en el infinito.

No se sabe desde cuando escogió la pintura como acompañante, pero tengo la impresión de que usted se dedica también a otras labores de indagación…

Me encanta el deporte en general y practico la natación. Soy entrenadora personal, hago maquillajes semipermanentes que aprendí de mi madre, busco la estética y la armonía a través de mi pintura, trabajo el equilibrio del cuerpo, la distensión de la musculatura, el pensamiento, el estado de sosiego, la meditación personal, el zen, la sensación cuántica, el yoga, el aero-yoga y podría seguir.

Para mí la meditación es mi punto de partida, nadar me ayuda a concentrarme. Hubo una época en que me obligaba a la disciplina de escribir diariamente un mínimo de tres páginas para conectar con mi interior.

Y a veces también hay cosas que te hartan cuando en las técnicas priva lo comercial y se hace un mal uso de ciertos aspectos. Por ejemplo del Reiki, donde ha habido mucha tomadura de pelo. Fíjate que en una ocasión me inscribí con una de mis hijas a un curso de una “chamán” que concluyó en que mi propósito no debía ser la pintura ya que eso lo había superado en otra vida. En fin…

Tengo dos hijas, Giada que vive en Sidney y Lua que vive conmigo. Giada es muy viajera con 18 años se fue a Londres a estudiar hasta los 24, después marchó por Asia y al final se quedó en Australia.

Regresemos al universo de sus pinturas. ¿Siempre pone fin a sus piezas?

¡No! Aunque nunca he roto o tirado una sola. Lo que sí me ha pasado es trabajar en algo que no te convence y lo apartas. Por ejemplo una obra que no sabía cómo finalizarla, la dejé en el jardín bajo el sol, la lluvia, embarrada y un día me decidí por recuperarla. Te das cuenta que le ha llegado el momento y te sale una obra fantástica.

No se ha prodigado demasiado en exposiciones a pesar de estar presente en España, Europa y América…

Debo confesar que he tenido mucha suerte, por la cantidad de solicitudes y encargos que recibo. Hoy en día casi no tengo tiempo para exposiciones y además en tiempo de pandemia no puedes plantearte nada para ejecutarlas con normalidad y eso no me convence.

Cuéntenos esa experiencia de pintar durante doce días en una casa particular de Washington.

Tengo un buen amigo, Ted que ya se había quedado tres obras pequeñas y me solicitó un encargo. Quería una obra parecida a otra mía que había visto en algún sitio y me ofreció la posibilidad de hacerla en su casa en Estados Unidos.

Acepté y me fui para allá, con la advertencia de que no hacía falta que cargase con ningún material. Cuando estuve allí me dio una tarjeta para dirigirme a la mejor tienda de productos de bellas artes que había visto en mi vida y podía escoger todo lo que quisiera, con plena confianza, la tienda entera incluso. Él y su mujer se ausentaban por unos doce días y me dejaban allí en aquel inmenso loft, solo para mí. El silencio y la libertad iban a ser mis compañeros.

Pero cuando me puse delante de la tela para copiar algo que yo ya había dado por terminado, se convirtió en una contrariedad. No había manera de empezar. Mi costumbre era la de crear, no repetir. Me salió una primera pieza que nada tenía que ver con el encargo, una segunda que tampoco y a la tercera curiosamente mis manos, mi pensamiento, lo físico y lo espiritual se encontraron sobre una tela de dos por dos y consiguieron un resultado con cierto parecido a ese original referido.

Al cabo de doce días la pareja regresó y les mostré la obra y debo decir que les encantó. Pero al ver las otras dos telas enrolladas me pidieron para verlas y les conté lo que había sucedido. Se quedaron prendados y quisieron también las otras dos piezas. Yo misma estaba sorprendida de haber podido acabar tres unidades en tan poco tiempo, pero me sentí muy inspirada y eso no te pasa siempre.

Una vivencia contradictoria

Cuando tenía 43 años, me diagnosticaron cáncer de mama. Recuerdo que pensé en la cantidad de proyectos que no podría poner en marcha, pero me convencí de que no quedaba otra que sacar mi parte más positiva. La vida me daba un aviso y con el tiempo me sentí afortunada de haber pasado por aquella situación. Seguí dando clases de pilates y durante ocho meses acudiendo a las sesiones de quimio y de radioterapia al mismo tiempo. Perdí el pelo y pensé que debía mostrar mi cabeza sin reparo. No tenía por qué avergonzarme. Esa actitud me ayudó a superar el trance. Creo que unos problemas familiares fueron la causa. Hubo un antes y un después en mi existencia.

Cada semana me satisface conocer historias que pertenecen a personas cercanas. Historias reales adheridas a la piel de quien nos la cuenta y Carol no iba a ser menos. Su parabólica emite con la misma potencia que con el corazón y así se produce su lenguaje pictórico cuando se expande por esas galaxias de las que forma parte, por ese cosmos del que entra y sale con tanta facilidad y quienes las escuchamos y tenemos la oportunidad de contemplar sus espirales, sus volcanes, sus estrellas, viajamos a lugares siderales donde abunda una fuente de energía que salpica colores primigenios.

El reloj nos recordaba que se había cumplido nuestro tiempo, texto y fotografía debían de tener suficiente material para montar la entrevista. Miré a Francisca que asentía, repasé el cuaderno de notas y advertí mentalmente que mi interior también me daba el visto bueno.

Textos: Xisco Barceló

Fotografía. Francisca Sampol

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