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Carcoma

Por Alejandro Vidal
lunes 07 de mayo de 2018, 19:53h

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Alejandro Hernández Hernández, de 36 años y de Arrecife, es, pese a sus graves deficiencias, uno de los árbitros mimados del presidente Sánchez Arminio y su banda. No soy partidario del sistema de designación arbitral en el fútbol profesional español y menos que sean los clubs quienes lo prefieran, por algo será como decía la Bombi. Nada más transparente y honesto que el sorteo puro, con el inconveniente de que los que mandan, o sea el Madrid y el Barça, pondrían el grito en el cielo si le dieran un solo derbi a un recién ascendido. Que lo sufran igual que el resto.

No es la primera vez que el canario dirige el clásico, siempre con errores importantes, pero hasta ahora les había ido bien tanto a Florentino como a Bertomeu. En su pecado hallaron la penitencia. El colegiado lanzaroteño quiso imponerse a base de paños calientes, sin tarjetas en la primera fricción, y cuando tuvo que enseñarlas lo hizo a destiempo y en lugar de arbitrar optó por enjuiciar, labor que nadie le había encargado. Acertó en la expulsión de Sergi Roberto, pero no le falta razón al campeón de liga cuando esgrime argumentos más que suficientes para haber mostrado la tarjeta roja a Bale siempre y cuando no se olvide de la falta de Luis Suarez a Varanne que permite el segundo gol local, ni pase por alto el clamoroso penalti de Jordi Alba a Marcelo sin sancionar.

Si en el aspecto reglamentario dejó mucho que desear, en el disciplinario fue un desastre. A nadie hubiera podido extrañar que Sergio Ramos, Luis Suarez y el propio Messi pudieran no agotar los noventa minutos. Pero no se puede analizar una actuación sin profundizar en el sistema. El problema más grave consiste en que ni en Primera pitan los mejores, ni tampoco en Segunda. La perversión no comienza en el Comité Nacional, una copia de los Territoriales donde se acumulan más méritos fuera del campo que dentro, sino en el sistema de ascensos y descensos y la propia opacidad del Estamento. Es carcoma, no erosión.

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