Ca’n Joan de S’aigo vence a las franquicias. El Bar Cristal no.

Unos abren y otros cierran. Es la ley del mercado. En Balears, la primera mitad de año se han creado 2.077 sociedades, el 99,7% en forma de sociedad limitada. Y se han disuelto 494, un 85% por causas voluntarias y un 10% por fusión.

El cierre de negocios llama más la atención, cuanta más historia y solera tiene. Y cuantas más vivencias personales vinculemos a él.

Eso es lo que acaba de ocurrir con el Bar Cristal de la Plaza España de Palma. Son muchos quienes lloran su pérdida. El tema sentimental está muy presente y desde un punto de vista romántico es normal que se lamente su cierre. Pero lo que tira hacia delante un negocio es la gestión y la rentabilidad.

La opinión pública ha achacado el cierre estos días a múltiples causas. Algunas histriónicas. Se ha culpado a la turistización de Palma. Estamos hablando de un bar. Los turistas, causa de todos los problemas para algunos, son grandes consumidores de terrazas de bar. Hacen aumentar los ingresos. Ayudan a hacerlos rentables. Que yo sepa no han venido a comprarlos.

Otros han culpado a los “avaros” arrendadores por las fuertes subidas del precio del alquiler ¿Hubieran mantenido ellos la renta si el mercado apunta a importantes subidas? ¿Alquilan sus segundas residencias a precios de hace 4 años?

Otros culpan a la globalización y a las franquicias multinacionales. Otros a la codicia, egoísmo y vanidad del ser humano. En fin, la culpa siempre es de otros.

Los verdaderos causantes del cierre de los negocios son dos: los gestores y los clientes. Los primeros por no hacerlos rentables. Nunca he visto un negocio que se cierre de manera voluntaria si los ingresos superan a los costes. Otra cosa es que lo compre otro, precisamente por ser rentable.

Los clientes, o mejor dicho, la falta de ellos son los principales “culpables” (entre comillas) de que el negocio no sea rentable pero para eso están los gestores: para hacer una oferta lo suficientemente atractiva para atraer los clientes. Si no lo consiguen, los clientes van a otro sitio y el negocio cierra. Es fácil.

Si los arrendadores suben los alquileres es porque otros están dispuestos a pagarlos.

Quienes lloran por la desaparición del Bar Cristal evocan épocas muy pretéritas, como cuando quedaban ahí para visitar salas de fiesta que la mayoría no hemos conocido: Tagomago, Aloha, Barrabás, Borsalino… Todos hemos pasado por el Bar Cristal. Que cada uno se pregunte cuánto tiempo hace desde la última vez. He ahí la cuestión. La gente joven no lo frecuenta, los mayores hace tiempo que no vamos y los asiduos no dan para pagar los gastos. La familia que regentaba el negocio ha aguantado solo tres años con un alquiler que no fuera de renta antigua, como el que han disfrutado durante años. Ante una importante subida, adaptada a los nuevos precios de mercado, han claudicado.

¿Habían invertido en las instalaciones aun manteniendo su encanto antiguo? ¿Daban un trato especializado a sus clientes? ¿Tenían precios adecuados a la competencia y a la oferta que ofrecían? ¿Han aprovechado su imagen de marca? ¿Se han promocionado en redes sociales? ¿Sabe cuántos lloguets y cafés debía servir al día para alcanzar su punto muerto (cubrir costes fijos y variables)? ¿Llevaba un control exhaustivo de su cuenta de pérdidas y ganancias? Seguro que parte de la culpa del cierre se encuentra en la respuesta a estas preguntas.

En el otro lado, tenemos otra cafetería histórica que gana la partida a una franquicia de ropa que cerró ahí donde se va a implantar. No siempre ganan los de fuera. El público mallorquín es exigente pero sabe apreciar lo suyo. Ca’n Joan de S’aigo es una marca mallorquina de solera y se encuentra en expansión. Se va a instalar un edificio diseñado por el Arquitecto Bennasar (como el que abandona el Bar Cristal) cuya renta será similar a la que ha tenido el Bar Cristal. Tiene página web y presencia en Facebook. Ser mallorquín no es motivo para pensar que la “guerra” contra las franquicias está perdida (véase Capuccino Grand Café) y ser, mallorquín y emblemático tiene valores que hay que saber explotar. Así lo ha hecho Ca’n Joan de S’aigo, cuyas colas en la puerta todos recordamos. Porque ha sabido transmitir que vende algo más que cuartos y helados.

El Bar Cristal no tiene página web. Su valoración en Tripadvisor es de 3,5 sobre 5, teniendo un 16% de puntuación “pésima o mala” y un 23% de “excelente”. Ca’n Joan de S’aigo tiene una valoración de 4,5 puntos, un 61% de “excelentes” y un 7% de “pésima o mala”.

Ni la globalización, ni los turistas, ni los arrendadores. Ahí está la clave para entender por qué unos desaparecen y otros se expanden.

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