“Fue tratado con crueldad por parte de su tío Pere el Cerimoniós y encarcelado en diferentes castillos hasta que pudo huir. Desde entonces, consagró su vida a luchar contra el rey de Aragón e intentó infructuosamente, recuperar los estados de su padre".
No lo digo yo, lo dice Miquel Àngel Casasnovas en “Història de les Illes Balears”.
Un sábado por la noche de hace más de una década, tomando unas copas, unos amigos se enzarzaron en un debate sobre el paradero de los restos mortales del último rey nominal de Mallorca, Jaume IV. El tema no se quedó ahí. Josep Mas Llaneras, uno de ellos, empezó a investigar sin descanso sobre la vida del “dissortat” monarca dedicando a ello casi todo su tiempo. Rebuscó entre libros de historia y solicitó la traducción del testamento del rey a Josep Estelrich, un experto en latín. Toda la documentación iba en la misma dirección: Jaume IV fue enterrado en el año 1375 en Soria, más concretamente en la cripta del altar de la destruida iglesia del convento de San Francisco. Pero nadie se había preocupado de comprobar que eso era realmente así.
La búsqueda del paradero de los restos de Jaume IV se convirtió en algo casi patológico. Al poco tiempo éramos ya unos cuantos que nos habíamos impregnado de esa ilusión y contribuíamos en lo que podíamos. Excavar la cripta de la antigua iglesia -de la que sólo quedan las paredes- era el objetivo.
La arqueóloga Helena Inglada analizó los aspectos técnicos, y los estudiosos Isabel Goig y Miquel Gayà, los históricos. Los profesores universitarios, Gabriel Ensenyat –director del proyecto- y Climent Picornell, se encargaron de trasladar los estudios realizados a la UIB, mientras que yo hice lo propio con el Consell de Mallorca. Ambas instituciones consideraron que era una cuestión digna de atender dada su relevancia histórica.
Gracias a esa ayuda institucional se pudo realizar un estudio de georádar –que localizó perfectamente una bolsa de aire en la zona del altar- y sufragar los trabajos de excavación de dos arqueólogas y dos auxiliares. El objetivo: encontrar los huesos del rey privativo o, en su defecto, una lápida con su nombre. Habiendo sido rey, aunque no consiguiera reinar, era presumible que sus restos habían sido enterrados en el lugar principal de la iglesia.
Después de muchas gestiones se obtuvo el permiso de Diputación para realizar las excavaciones, siempre con la condición de no trasladar a Mallorca los huesos del “Infant”. Así pues, a finales de septiembre de 2008 tuve el honor de viajar a Soria con los compañeros de “curolla” para participar en lo que podía suponer escribir una página en la historia. Fueron seis días de intenso trabajo de pica y pala para retirar tierra y piedras.
Desafortunadamente, encontramos justo en la zona del altar numerosos huesos humanos del s.XIX fruto de una deposición secundaria. Quitarlos nos hizo malgastar un tiempo muy valioso. Entrado ya el sexto día de excavaciones, localizamos por fin la ansiada bajada a la cripta. Pero no había tiempo para más. Cerramos la zona con una tela especial con la esperanza de poder reprender las labores en un tiempo no muy lejano.
Y así está el tema. Cinco años después estamos a la espera de una ayuda privada o institucional que no llega y que es indispensable para contar con el trabajo de los arqueólogos. Tenemos que aceptarlo, en tiempos de crisis, buscar los restos mortales de un rey no interesa. El dinero se va a otras cosas.
Corolario: Trabajo, ilusión y convicción son elementos necesarios para un final feliz.