www.mallorcadiario.com

Borracheras universales (1)

Por Jaume Santacana
martes 06 de mayo de 2014, 10:21h

Escucha la noticia

Cuatro son las principales cogorzas colectivas que, durante mi vida, he tenido el privilegio de contemplar. Intentaré a lo largo de algunos artículos relatar someramente mi visión y recuerdo de aquellos acontecimientos.

La más multitudinaria ocurrió en Madrid el 16 de mayo del 2002, tras el funeral por el alma del señor Hans Heinrich Ágost Gábor Tasso Freiherr von Thyssen-Bornemisza de Kászon et Impérfalva, o sea el marido de Tita Cervera y empresario de ascensores.

Se celebró en la iglesia de Los Jerónimos con una nutrida asistencia de la familia real y de todos los personajes públicos de primera fila. Al finalizar la ceremonia, los invitados se trasladaron (muchísimos de ellos andando) al museo que lleva el nombre del finado con el fin de tomar unas copas y tal y, de paso, homenajear al noble varón. El citado museo se halla justo a  muy pocos metros de la iglesia: solo atravesar el Paseo de la Castellana.

La gran avenida era un hervidero de simpatizantes del Real Madrid que -eufóricos por haber ganado, con el resultado de dos goles a uno (Raúl y Zidane) la Liga de Campeones al Bayern Leverkusen, en Glasgow – se dirigían a la Cibeles para ofrecer su magno triunfo a la diosa madrileña.

Los aficionados estaban celebrado su victoria con ciertas dosis (o masivas ingestas) de bebidas espirituosas, lo cual le daba a la manifestación un marcado tono digamos festivo. La marea blanca, con manchas de tinto, bloqueaba el paso a las serias personalidades enfundadas en trajes y vestidos oscuros y solemnes.

En medio de la Castellana el jolgorio era de libro: blanco y negro; alegrón y caras de circunstancias; gritos y susurros. El pitote que se armó fue de tal consideración que, finalmente, requerida la fuerza pública, improvisaron una especie de cordón policial que propició un estrecho pasillo fúnebre para que pudieran circular los concurrentes al funeral. Los blancos, atizados por la curiosidad y sintiendo el bienestar en sus tripas, aumentaron el nivel caótico y dedicaron cánticos de extrema felicidad al cortejo fúnebre que, viendo lo visto, se dedicó a forzar alguna sonrisa piadosa. La travesía de la avenida duró una eternidad. Afortunadamente, a nadie se le ocurrió llevar a hombros el féretro del barón porqué el espectáculo hubiera borrado las huellas del mejor cine negro. Y nadie lo propuso ya que el muerto se hallaba de cuerpo ausente. Ni estaba ni se le esperaba, como al general Armada en la Zarzuela.

¿Que por qué motivo estaba yo allí? Muy sencillo: cumplía mi labor informativa como realizador oficial de la familia Thyssen –y en exclusiva- de los actos celebrados en honor del magnate fallecido. Las imágenes captadas durante el “paseo” por la Castellana nunca vieron la luz, claro.

¡Lástima!
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
1 comentarios