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La celebración del inminente torneo WTA Mallorca Open, un “250” en las pistas del renovado club de tenis de Santa Ponça, pone nuevamente sobre el tapete el debate y el éxito de iniciativas que, a partir de un evento deportivo de interés general, consiguen atraer la atención mundial sobra esta isla que vive y sobrevive fundamentalmente del turismo, aunque a algunos inconscientes les siente mal.

Ya se ha experimentado anteriormente con otros eventos que tuvieron como escenario la Plaza de Toros de Palma y otras instalaciones que, por desgracia, tuvieron una vida efímera. Tal vez porque apuntaron desde su origen demasiado alto y, como le ocurrió y cuenta la leyenda a Icaro, hijo de Dédalo, quiso volar demasiado cerca del sol con alas de cera.

Este torneo, cuyos organizadores supongo que tienen que ver poco o nada con anteriores aventureros, arranca con modestia, busca la llamativa presencia de algunas raquetas reconocidas

y apuesta por el tenis femenino que, en cuanto a vistosidad, supera en ocasiones al que practican los hombres, igual que en otros órdenes de la vida.

Es difícil adivinar si se cumplirán los objetivos que se han marcado. El tiempo lo dirá y lo hará en cuanto tengamos noticias de que no nos hallamos solamente ante una fiesta puntual para una efemérides concreta, sino con un proyecto que nace con ambición de continuidad y afán de convertirse primero en un “500” y después en algo aún más importante.

Claro que el público siempre tiene mucho que ver, por no decir todo. Pero su respuesta depende en gran medida de la relación calidad/precio, lo cual exige un estudio previo de la oferta y su posible demanda. Seguro que se ha previsto.

Pero al margen de estas consideraciones obvias, Mallorca en concreto y les Illes Balears en su conjunto, necesitan este tipo de iniciativas, extrapolables a otros ámbitos, no solamente los deportivos, sino musicales y culturales en general.

¡Suerte!