Bauzá es infiel
miércoles 02 de octubre de 2013, 08:59h
La fidelidad, la lealtad, es una virtud que se inculcaba desde la época de los romanos. Semper Fidelis, era una de las máximas de las legiones. Pero sobre todo de sus generales.
Ser fiel a los principios y ser fiel a los superiores y a los camaradas.
Ser fiel significa que cuando un jefe te da una orden equivocada o sus actos son un error, no debes decirle lo que sus oídos quieren escuchar, debes decirle tu parecer, tu opinión… pero inmediatamente debes ponerte a su disposición, a sus órdenes.
“Yo ya te he dicho lo que pienso, estas equivocado y vas a hacer daño a mucha gente”, deberías decirle al jefe, pero debes concluir con: “pero yo haré lo que tú ordenes”.
Antes, la fidelidad se reconocía, se valoraba y se tenía como principal virtud de un colaborador.
Hoy, la nueva empresa y las nuevas organizaciones ya no valoran la fidelidad. Algunos se creen que la fidelidad se consigue pagando. Están muy equivocados. Uno es fiel si quiere serlo. Y si es coherente, jamás se dejaría comprar. Uno puede ser muy profesional, pero no fiel. Muy colaborador, pero no fiel. La fidelidad es el resultado de la actitud del jefe ante sus colaboradores o subordinados. Ya lo dijo el cantar del Mio Cid: que buen vasallo si hubiese buen señor.
Conozco a un gran empresario de las islas que elegía a sus hombres de confianza según la fidelidad que le demostraban. No le importaba tanto sus conocimientos o sus títulos universitarios, lo más importante era que fuese fiel a la empresa y al empresario, al jefe.
Así ha hecho su fortuna y su imperio. Otros que no saben ser jefes, se creen que, “aquí mando yo y al que se mueva, no sale en la foto”.
Ya lo dijo Alfonso Guerra, otro que tal: “A los amigos, el culo y a los enemigos, por el culo”.