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Bauzá ante Montesquieu

miércoles 23 de abril de 2014, 17:28h

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Decía Montesquieu que "para ser realmente grande hay que estar con la gente, no por encima de ella". Y añadía: "cuando se busca tanto el modo de hacerse temer se encuentra siempre primero el de hacerse odiar". Montesquieu sabía mucho de la naturaleza humana ligada a la más dura y difícil de sus tareas: el ejercicio del poder. Nada produce más pasión en esta vida que estar subido en el potro de tortura que permite, entre enormes dosis de autocontrol y sacrificio, tener los medios para poder conducir al propio pueblo hacia el futuro.

El presidente Bauzá tiene problemas serios, dentro y fuera de sus propias filas. Hay sectores sociales identificados o solidarios con el cuerpo docente que literalmente se han levantado. En el PP también hay nervios. La relaciones entre el presidente Bauzá y el alcalde Isern son ahora mismo prácticamente inexistentes. Y hay cabreo en la conservadora Part Forana. A un año de los próximos comicios autonómicos y locales, Bauzá se encuentra en su hora más delicada. Otros, en su situación, pensarían seriamente en no continuar.

Pero Bauzá, que ha mantenido con puño de hierro (porque no tenía otro remedio) durante tres años una política de austeridad, casi austericida, comienza a cosechar éxitos. La recuperación económica ya es un hecho. Se ve ya a lo lejos un horizonte sereno y favorable. Y ese es el principal activo de todo político. La reactivación ha sido una victoria para Bauzá. Pero los triunfos en política no sirven para nada si no se saben aprovechar.

El presidente debería reflexionar más sobre las lecciones de política que daba Montesquieu. No hay auténtica recuperación social sin generosidad desde el poder. Ésta es la base de la confianza, única madre verdadera de la concordia y la fe en el futuro.  El presidente ha sometido a una dura prueba de austeridad a su pueblo. Ahora ha de saber dar el siguiente paso: estar con la gente, ponerse a su altura, comprenderla, alentarla y devolverle autoestima. Y eso vale tanto para los ciudadanos en general como, sobre todo, por sus propios correligionarios, que en muchos casos se sienten o desmoralizados o ignorados.

En democracia un excesivo dirigismo sólo tiene sentido para salir del pozo de la crisis. Pero una vez alcanzado este objetivo, llega la hora de tender la mano. La soberbia se vuelve contraproducente y el temor se transforma en odio, que es el más estéril de los sentimientos a la hora de resolver los problemas colectivos.

Bauzá está a tiempo de darle el rumbo apropiado a la actual coyuntura de su acción de gobierno. Aún es posible retomar el camino de la calma, en todos los sentidos. De cara a los próximos procesos electorales necesita un partido mucho más abierto y participativo donde todos sean escuchados y donde las propuestas más mesuradas y centradas se conviertan en realidad. Y necesita una sociedad optimista y sin miedos.

La displicencia es mala consejera cuando mandan los tiempos en que la humildad se convierte en necesidad. Cuanto más se muestre sensible a la gente, Bauzá será más presidente. Si continua manejando el escudo de la imposición y la espada del temor, otros levantarán las lanzas del odio. No tiene sentido para nadie dentro del PP que eso suceda. Solamente los partidos de la oposición saldrán beneficiados.
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