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Bauzá ante el año preelectoral

jueves 30 de enero de 2014, 00:54h

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El presidente Bauzá tiene un gran reto este 2014. Dentro de un puñado de meses la suerte ya estará echada de cara a las elecciones autonómicas de la primavera del 15. Le ha tocado gobernar una legislatura durísima, en lo más profundo de una crisis económica que ha dado como resultado el semihundimiento de la tradicional y secular clase media balear. Una clase social que ha sido el sostén social y electoral del PP autonómico en los últimos treinta años.

En Mallorca,  Palma lo está pasando muy mal, pero resiste, igual que los núcleos costeros turísticos y los municipios limítrofes con la capital. Pero no puede decirse lo mismo del grueso de la Part Forana, lo que tantas veces se ha llamado Mallorca profunda, que antaño fue el motor del conservadurismo isleño. En toda esta importantísima área territorial sus clases medias padecen lo indecible.

Es en este negro contexto que la polémica lingüística, educativa y de símbolos adquiere una significación especial. Toda clase social que se siente en peligro reacciona herida cuando comprueba que se desprecian sus valores, unos valores que le han permitido mantenerse como colectividad cohesionada durante siglos y en épocas mucho más difíciles que las actuales.

Por eso, en este año de reflexión y reconducción, el presidente debería pensar sobre la inutilidad de crear conflictos lingüísticos, educativos o que tocan sentimientos muy enraizados, y mucho menos cuando la estructura económica ha sido duramente golpeada por los vendavales de la depresión internacional y la falta de previsión de anteriores Governs del Archipiélago, que hubieran podido hacer colocado cortafuegos de ahorro y austeridad cuando aún estaban a tiempo.

Ni para Bauzá ni para el PP es bueno que se llegue a las elecciones con tantísima gente herida en sus sentimientos y encima con el miedo a la ruina, al paro y a la cartera vacía. Tampoco es bueno haberse enfrentado de manera frontal y directa con el cuerpo de docentes, que al fin y al cabo son hijos, hermanos, familiares y en definitiva miembros en vanguardia de esta clase media herida.

Un 2014 de calma, compresión, diálogo y respeto es oro puro si se miran las urnas. Más crispación y desencuentros es engrosar gratuitamente las filas de la oposición, de una forma más activa y militante, cuando entremos en precampaña. Es hora de congelar los problemas, no de encenderlos. Es hora de apelar al sentido común, al interés general, que precisa de mensajes de unión y esfuerzos compartidos.

En tiempos de depresión, eso se llama edificar confianza. Y ese es el pilar fundamental para que una clase media hoy casi arrodillada vuelva a levantarse con coraje, consciente y orgullosa de su fuerza.
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