De un tiempo a esta parte, el Govern ha iniciado una peligrosa escora hacia la más pura ortodoxia marxista. Concretamente, aplica uno de los dogmas más celebrados de esta filosofía, que se concreta en una máxima de su inspirador que reza así: Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros.
Naturalmente, me refiero al Marx importante, no al otro plasta, o qué se habían creído.
Mesquida –el importante, no el otro- puso condiciones a Bauzá para aceptar una cartera que no hubiera querido nadie en su sano juicio, ni aunque estuviera repletita de billetes de mil euros. Y hete aquí que, después de haber sacrificado en la pira de la inutilidad viajera a la inefable consellera Castro, al president no le han dolido prendas para aceptar sin anestesia general que aquello que nos iba a salvar de la crisis, la medida estrella que logró que la ministra Salgado nos aceptase nuestro plan de viabilidad económica, el imprescindible y doloroso cierre de los hospitales Joan March y General, llegue el galeno porrerenc y diga que de eso nada, que ya sacará las perras de otro lado.
Bauzá, aunque disimula con pulseras españolísimas y demás fanfarria derechonista, sabe mucho de marxismo. Lo ha aplicado, de hecho, desde el inicio de su legislatura en materia de impuestos, en materia social, en educación y hasta en política lingüística. Tiene la extraña virtud de hacer defender numantinamente a sus coroneles las posiciones que él les ordena, para luego, sin empacho alguno –los digestivos le salen gratis, recuerden- hacer que éstos vuelvan sobre sus pasos y hasta dimitan si es preciso para hacer lo contrario a lo que habían dicho que harían y sabían que había que hacer.
No me gustaría nada que esta táctica acabase pasando factura a consellers competentes como Company –es poco probable que se deje-, o Bosch, a quien el marratxiner debiera dejar más margen de maniobra, como a Mesquida. En este caso, el marxismo nos haría mucho bien. Bauzá –el político- tendrá unos cuantos cientos de defectos, pero entre ellos no está el déficit intelectual. Si el president, por mor de sus baños de mar y de sol y del relajo y solaz propio de esta época, tuviera la clarividencia de rectificar polémicas inútiles, hasta daríamos por bueno este año perdido, y un servidor estaría dispuesto a loar todas sus glorias pasadas, presentes y futuras, cual hagiógrafo norcoreano, lo juro por Snoopy. Para que vean que lo mío no es nada personal. Al fin y al cabo, yo también soy marxista.