La segunda autoridad de las islas, Baltasar Picornell, ha vuelto a hacer de las suyas. Esta vez interpretando las nunca interpretables palabras del Rey.
Balti, como le conocen sus allegados, es un tipo simpático. Es de esos con los apetece quedar para tomar una caña.
Con una infancia dura, ha sabido tirar para adelante y demostrarse a sí mismo, y a los demás, que más allá de su imagen de fan de grupo de heavy metal hay un tipo con creencias e ideales por los que luchar con firmeza. Que conste que no lo digo de forma peyorativa. Quien les escribe disfruta escuchando hard rock. Aquello que nos contaron de pequeños que los melenudos son tipos malotes es mentira. Nunca he estado más tranquilo que en los conciertos de Metallica, AC/DC, Judas Priest o Iron Maiden.
Esa defensa de sus principios y carambolas del destino ha hecho que Balti reciba el premio de presidir el Parlament de les Illes Balears. Casi nada.
A lo que vamos. Como ya sabemos, tras la audiencia con Felipe VI, Balti ha declarado que le cuesta expresarse en castellano y que, por los nervios, ha girado las palabras del monarca.
Más allá de que las conversaciones con el rey deben quedar en la intimidad y mucho menos interpretarse, esta declaración merece un análisis porque refleja una serie de situaciones curiosas que estamos viviendo en la actualidad.
Primero. Para tener un cargo de responsabilidad se exige saber catalán pero no castellano. Damos por hecho que todo el mundo domina el castellano y el catalán es una lengua minoritaria que está en peligro. Nada más lejos de la realidad. A los hechos me remito.
Como bilingüe que soy, aunque mi lengua materna fuera el castellano, y al ser ésta una columna de opinión, intentaré expresar mi percepción sobre el equilibrio o desequilibrio de las dos lenguas cooficiales. Creo que se han hecho muchos análisis genéricos pero ninguno diferenciado por ámbitos. Aquí va mi opinión que, lejos de ser científica, está basada en mi experiencia personal y profesional a lo largo de los años y la geografía de Mallorca. Y como opinión que es, es por tanto, discutible.
El catalán propio de Mallorca, en adelante el mallorquín, no es ni lengua minoritaria ni está en peligro de extinción, como algunos afirman, sino que en algunos ámbitos goza de buena salud. Existen amplias zonas de Mallorca en las que es la lengua predominante.
En la part forana, dícese de aquel territorio de Mallorca situado fuera de Palma, el mallorquín está más vivo que nunca. Es la lengua vehicular de comercios, tiendas, bares o supermercados. En el Pla de Mallorca y otros pueblos de interior el predominio es absoluto. En la Administración de la part forana (ayuntamientos o Mancomunidades) el catalán, como lengua vehicular posee un dominio aplastante.
El caso de Balti es muy común en municipios del interior, también entre algunos alcaldes y concejales, que tienen serios problemas para expresarse en castellano de forma correcta. En las escuelas, el uso castellano es lengua residual en las aulas aunque es mayor en el patio.
Incluso la segunda generación de inmigrantes de lengua no española, residentes en municipios del interior, ha sido educada en catalán y lo hablan a la perfección. Es común ver a marroquíes jóvenes conversar en mallorquín con los nativos y hacer de traductores a sus padres que apenas entienden catalán o castellano y no pueden expresar sus necesidades básicas.
En Palma, sin embargo, debido al carácter cosmopolita y a la mayor oferta de trabajo en el sector servicios, cubierta por foráneos, el castellano tiene más presencia. En los comercios, restaurantes y cafeterías te pueden atender en cualquier lengua aunque mi percepción es que predomina el castellano.
En las sedes de la administración insular, autonómica o local de la capital, ubicadas en Palma, el catalán vuelve a ser la lengua vehicular y predominante, tanto a nivel hablado como escrito. Mi experiencia en empresas y organismos públicos así lo atestigua.
Correos electrónicos, normativa, estudios, informes o comunicaciones internas, emplean mayoritariamente el catalán. También es la lengua vehicular en reuniones o comisiones de trabajo. Independientemente del origen de los apellidos de los ponentes, los plenos, comisiones y reuniones en el Ayuntamiento de Palma emplean el catalán como lengua vehicular. Lo mismo ocurre con los Consejos de Administración o Consejos Rectores de las empresas u organismos municipales. El Consell de Govern, los plenos del Consell o las sesiones del Parlament así como sus respectivas comisiones de control, lo mismo.
Donde creo que el castellano tiene absoluta ventaja es en los medios de comunicación: prensa, televisiones, radio, Internet y redes sociales. No digamos en el cine. Solo las televisiones autonómicas (IB3 y Canal 4) contrarrestan de manera residual esa amplia mayoría de canales de comunicación en castellano.
Lo que se cuece dentro emplea el catalán como lengua vehicular pero lo que viene de fuera a través de las pantallas, que no es poco, es en castellano aunque en lo que entra en nuestras casas a través de Internet es, cada vez más, en inglés.
La segunda conclusión que se desprende de las palabras de Balti (y no va por él en concreto la siguiente reflexión) es que para tener un cargo de responsabilidad se debería exigir un certificado de que se tiene cierto dominio, no solo del catalán sino también del castellano. Pero voy más allá. Nos emperramos en discutir sobre el vehículo de transmisión del conocimiento, como es el idioma. De si exigirlo como mérito o como requisito, de si se debe pedir a los médicos, etc. Pero no se valora lo que hay detrás del idioma como medio de expresión de un conocimiento. No se exige eso precisamente: que haya un nivel de conocimiento del medio o nivel cultural del candidato a ocupar el cargo público, más allá del relacionado con el del puesto. De éste se encargan las oposiciones, cuando las hay. En los cargos de confianza, ni eso. Importa más el cómo que el qué, es decir, la vía de expresión que lo que se tiene capacidad de decir.
La Junta Avaluadora del Català debería tener su homólogo en la Junta Evaluadora del Castellano para certificar el conocimiento de las dos lenguas oficiales. Pero las lenguas, como vehículos para expresar el conocimiento que son, no garantizan que el candidato a ocupar un cargo público tenga el conocimiento necesario para desempeñar adecuadamente su cargo. O que tenga los valores adecuados. Junto a los anteriores organismos, se debería crear la Junta Evaluadora del Conocimiento y no digamos, la de Valores. Porque poner a alguien a dirigir un organismo público sin saber más allá de las materias derivadas del puesto es peligroso y puede dar lugar a sonoras meteduras de pata.
Algunos ejemplos de éstas: El de la exconsellera de educación Joana Maria Camps que aludía al informe "trepitja" en lugar de PISA; Ada Colau llamando facha al Almirante Cervera, fallecido años de aparecer el fascismo; los miembros y "miembras" de Bibiana Aído; los portavoces y "portavozas" de Irene Montero; el saludo a la República de España del hermano del presidente Bush o la afirmación de que “el dinero público no es de nadie” de la actual vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo, quien también afirmó que ha sido cocinera antes que "fraila".
Para obtener un cargo de responsabilidad en la Administración se debería exigir un nivel B2 o C1 en catalán pero también en castellano y un C1 en conocimiento general y en idoneidad de valores.
Tercera conclusión. Balti, que es republicano hasta la médula, reconoce ponerse nervioso ante el Borbón. Los monárquicos evitan el “besamanos”, como lo llaman peyorativamente, pero cuando asisten y se plantan ante el Rey, les tiembla la voz.
Balti es un buen tipo y, además, sincero. No es fácil reconocer que el Rey pone nervioso al republicano. Es muy fácil criticar desde el tendido. Otra cosa es bajar a la arena y enfrentarse al morlaco. El Rey ha sido mucho toro para el antitaurino de Balti.