Aves carroñeras

La muerte de Adolfo Suárez el domingo pasado ha puesto el foco como nunca sobre las miserias humanas de nuestro tiempo.

¿Hay algo más miserable que tratar de sacar partido de la muerte de alguien? Creo que no.

Lo cierto es que TVE, en su programación especial de anteayer por la tarde, escribió sin duda una de las páginas más negras de la manipulación informativa de este país.

En unas imágenes de recurso que se iban repitiendo en bucle, las de mayor duración, muy por encima de cualesquiera otras, eran las del mitin del PP en Toledo en las elecciones autonómicas en las que Adolfo Suárez Illana encabezaba la candidatura para presidir la Junta de Castilla La Mancha.

En dichas imágenes se ve a Aznar, a Suárez padre y a Suárez hijo alzando los brazos y después se ve a Adolfo Suárez en el atril dirigiéndose al público asistente. Varios segundos de Adolfo Suárez ante la imagen del Partido Popular.

Al que perpetró esta canallada nada le importó que la duración de la imagen de Adolfo Suárez en el atril tuviera mucho que ver con su enfermedad y con el hecho de que perdió el hilo de su discurso. Lo importante, debía pensar el autor de esta infamia, es aprovechar la imagen de un gran hombre para arrimar el ascua a nuestra sardina.

¿Participó Adolfo Suárez en ese mitin? Claro que sí. ¿Apoyó a su hijo en tal campaña electoral? Por supuesto.

Pero Adolfo Suárez jamás fue de AP ni del PP, y tratar de hacérnoslo creer a base de repetir esas imágenes una y otra vez es, sinceramente, repugnante. Tampoco fue del PSOE, ni del PCE. Fue de Falange, luego de UCD y finalmente del CDS. Punto.

No será que de Suárez nos falten imágenes de lo que fue como para tener que recurrir a imágenes de lo que nunca fue.

Nada que envidiar a tamaña manipulación tiene la perpetrada por nuestro ínclito Presidente autonómico. Más o menos de mi generación (algo mayor, ya que nació en 1970) sus recuerdos de Suárez en la Transición son tan vagos como los míos. Sin embargo, hablando de él como si lo hubiera conocido, se atrevió a equipararse, a emularse. Habló de uno de los estadistas más importantes de la Historia de España como si fuera su alter ego. Paren el mundo, que me bajo.

Para agotar los límites de mi asombro, ahora resulta que todo el mundo le quería mucho. Todos los políticos de la época, todos los periodistas de aquellos días, aparecen sesudos por la tele o la radio pontificando sobre lo hábil, trabajador, simpático y buena gente que era Adolfo Suárez. Olvidan muchos de ellos que lo sometieron a un linchamiento público atroz, que lo vapulearon, que hasta conspiraron en secreto para echarlo por las buenas o por las malas del Gobierno. Imprescindible la “Anatomía de un instante” de Javier Cercas para apreciar lo que tuvo que vivir este hombre al que ahora tanto se le quiere.

Tras haberlo arrastrado, ahora lo rehabilitan tratando de sacar partido del enorme respeto que le tiene, le tenemos, los ciudadanos. Mucho más respeto que el que le podamos tener a los actuales líderes (¿?) políticos.

El domingo murió un gran hombre. Murió alguien que se la jugó de verdad para que en España hubiera democracia. No lo hizo solo, pero arriesgó como nadie. A él le llovían los golpes, los ataques, los insultos y las amenazas mientras paso a paso se construía un edificio institucional sólido. Entretenidos en azotarle hasta la extenuación, los que le odiaban no se fijaron en el trabajo de los demás.

Una vez que culminó su obra, fue masacrado sin piedad. No es el primero en la Historia. Churchill, por poner un ejemplo, fue decisivo en la victoria sobre el nazismo y, sin embargo, perdió las elecciones de 5 de julio de 1945 (perdió la mitad de sus escaños).

Debemos hacer justicia a Adolfo Suárez. Debemos conseguir que el recuerdo de lo que él, en compañía de otros, lograron no se pierda jamás. Porque es muy importante saber cuál es tu punto de partida para poder apreciar la distancia recorrida.

Y la justicia que podemos hacerle como Estado es evitar que cada vez que entrevisten a un menor de 20 años y le pregunten sobre esa etapa de la Historia balbucee como si le hablaran de física cuántica.

¿Por qué en España no se estudia Historia Contemporánea? ¿Por qué en mi época jamás se llegaba a la IIª República, a la Guerra Civil, al Franquismo y a la Transición? ¿Por qué ahora tampoco se explica, o al menos no lo parece?

¿Qué extraño acuerdo tácito existe para que en las aulas de este cada vez más ignorante país no se explique que la libertad no es algo que nos haya venido llovido del cielo?

¿Por qué razón nos resignamos a formar a adolescentes que lo ignoren todo de la Historia del Siglo XX de España?

Saber lo que tenemos, lo que costó conseguirlo, servirá para apreciarlo, para estar responsabilizados y combatir cualquier paso atrás. Saber cómo se llegó a este punto actual servirá para apreciar el valor de la discrepancia, para aceptar que uno no siempre tiene la razón y que la verdad está, muchas veces, tan repartida como las opiniones.

Valorar lo que se consiguió en la Transición, con sus luces y sus sombras, servirá sin duda para darnos cuenta de que somos libres porque algunos se jugaron la vida para que lo fuéramos.

Defender esa libertad, desde el respeto al prójimo, sin desfallecer ante el miedo o las dificultades, será el mejor homenaje que podamos hacerle a la memoria de Adolfo Suárez.

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