En las próximas horas Televisión Española y Radio Nacional de España emitirá marchas militares en bucle, día y noche. Es preciso estimular la moral de la tropa, digo de los ciudadanos. A decir del Comité técnico de gestión del coronavirus, esa panda que cada mediodía ofrece una rueda de prensa que más parece la pista central del Circo Clown, es vital —literalmente— que nos impregnemos todos de tres valores militares: la disciplina, el espíritu de sacrificio y la moral de victoria. Que tal majadería la sugiera a todos los ciudadanos el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), el general Miguel Ángel Villarroya, es aberrante pero tiene su lógica. A fin de cuentas él es un veterano aviador militar, con más de 40 años de servicio, que por deformación profesional considera esta crisis sanitaria como una “contienda bélica sin armas”. “Todos somos soldados”, lleva diciendo dos días seguidos sin el menor rubor, para a continuación exigir “espíritu de servicio”. “Demostremos que somos soldados, cada uno en el puesto que nos ha tocado vivir o luchar”, rebuznó el general.
Debiera alarmarnos que en su dilatada trayectoria profesional no conste que haya participado en ninguna guerra y mucho menos que la haya ganado, por lo que las apelaciones a la moral de victoria hemos de tomarlas como un mensaje motivacional tipo couch youtuber. Pero que secunde semejante ocurrencia una autoridad civil como la secretaria general de Transportes y Movilidad, María José Rallo, que tiene rango de subsecretaria, indica que el Gobierno está absolutamente desbordado por la catástrofe, que así es como hay que definir esta situación cuando ya hay 1.002 fallecidos (4 en Mallorca), según el balance hecho este viernes al mediodía, y unos 20.000 infectados a quienes se ha hecho el test (203 en Balears). Test, dicho sea de paso, que se hace poquísimo y de forma restrictiva para que no veamos que el terremoto que nos asola es mucho mayor de lo que nos cuentan.
El Gobierno de España, liderado (es un decir) por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, deposita sus esperanzas en la militarización del país, en que esta se imbuya del espíritu militar que justifica un estado de alarma que deja las libertades constitucionales en papel mojado, recentraliza competencias en políticos, autoridades y funcionarios de dudosa competencia (solo hay que ver a dónde nos ha llevado su gestión de la guerra contra el coronavirus hasta ahora) y saca al Ejército a patrullar las calles. En lugar de exigir valores cívicos a los ciudadanos, reclaman virtudes militares.
Eso explica que traten al personal sanitario como usualmente tratan a los militares, sin ningún derecho. Obedecer sin rechistar y con la boca cerrada. Eso sí, no ahorran en alabanzas, loas y encomios hacia su labor. Luego vendrán las medallas y los homenajes a los caídos, que en esto los militares están muy duchos. Todos recordamos el Yak-42. Pero como militares que son ahora considerados por el Gobierno los médicos y las enfermeras, deben sacrificarse por los demás, pasar por el aro de la incompetencia de quienes ostentan el mando del país y ponerse un punto en la boca. Si no tienen mascarillas ni demás equipos de protección individual, pues a joderse. Es el sacrificio que la Patria exige. Y si caen, que caigan. Carne de cañón. La hay en toda guerra, esta no será distinta. Ya les condecoraremos. Las virtudes militares nos sacarán de esta. O la Santísima Virgen de los Dolores de Archidona, a la que Jorge Fernández Díaz concedió la Cruz de Plata de la Guardia Civil. Si tenemos que esperar que lo haga el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos, estamos apañados.