Apropiaciones indebidas

El mal político, aquel que vuelve a presentarse a unas elecciones sin poder acreditar un mínimo saldo de realizaciones, ni siquiera de mera gestión, suele acudir a dos tretas muy comunes, a saber: la de prometer que esta vez sí va a llevar a cabo todo aquello que ya formaba parte de su programa en anteriores comicios, y la apropiación de los éxitos de terceras personas o entidades como si fueran propios o consecuencia de su intervención.

En estas semanas de precampaña hemos sido testigos de repetidos episodios de esto último. Iago Negueruela es uno de los más asiduos usuarios de estas 'apropiaciones indebidas' de los logros de terceros.

A la autoatribución de méritos en lo que se refiere a las cifras de arribada de turistas -discurso un tanto esquizoide cuando uno se acuesta políticamente con socios turismofóbicos que abogan por esa filfa del decrecimiento-, se suma el de las firmas de los convenios colectivos. Al gallego le pone un montón eso de hacerse fotos entre empresarios y trabajadores que acaban de suscribir un acuerdo de revisión salarial, para trasmitir al respetable el falso mensaje de que todo se debe a su divina intercesión, retrotrayéndonos a aquella España franquista de la Ley de Convenios Colectivos de Trabajo de 1958 en la que estos eran tutelados por el gobierno.

Conscientes de esta perversión CEOE y UGT anunciaron ayer que los acuerdos estatales para la revisión de salarios se firmarán sin la presencia de Pedro Sánchez o de la inefable ministra podemita -ahora sí, ahora no- Yolanda Díaz.

En realidad, en materia laboral, la única actividad relevante que puede atribuirse a Iago Negueruela es la de haber despachado actas de infracción y sanciones desde su anterior ocupación como inspector de Trabajo. Y punto.

Otro maestro del arte de apropiarse de lo ajeno -méritos, se entiende- es nuestro irrepetible alcalde, José Hila (lo de irrepetible es una constatación a la par que un profundo desideratum).

A falta de un catálogo de realizaciones digno, y mientras Palma encabeza el top ten de las ciudades españolas más sucias, más colapsadas y más inseguras, Hila trata de hacerse fotos hasta con el lucero del alba para ver si se le pega algo del talento de quienes triunfan en alguna faceta de interés del público. Sin éxito, por cierto.

Cuando el fin de semana pasado se produjo la brillante victoria del Mallorca Palma Futsal en la Champions League, causaban sonrojo las publicaciones en las redes de nuestro primer edil. Está muy bien alegrarse de que un equipo de Ciutat consiga títulos deportivos tan importantes como este, ofrecerle el balcón de Cort y compartir el alborozo con la ciudadanía, pero, de ahí, a pasarse dos días chupando cámara como si el penalti decisivo lo hubiera lanzado él, media una cierta frontera con el decoro que Hila traspasa sin rubor alguno.

Siempre he sostenido que las elecciones municipales son mágicas y que, en cuanto se acercan, las ciudades se limpian, embellecen, se acaban las obras que llevaban meses o años paradas, etc. Esta vez, no ha sido así.

Hila no ha trabajado ni siquiera en los últimos dos meses de su legislatura, porque estaba haciéndose selfies.

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