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Alcalde de todos

Por Francesca Jaume
martes 26 de agosto de 2014, 11:38h

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La definición de democracia como <<el gobierno del y para el pueblo>> plantea una pregunta fundamental: ¿Quién gobernará y a los intereses de quien responderá el gobierno cuando el pueblo esté en desacuerdo y tenga preferencias divergentes?


No lo digo yo, se lo pregunta Arend Lijphart en Modelos de democracia.

Yo no votaré al señor Isern. Puntualizo, yo no podré votar al señor Isern. No estoy empadronada en Palma. Observo la polémica levantada en torno a quien tiene que ser el candidato a la alcaldía de la capital por parte del Partido Popular con la distancia de quien –en teoría- no le afecta.

Podemos decir que la imagen exterior que proyecta Mateo Isern es positiva. No es una persona de profesión “político”, puede retirarse cuando quiera sin temer por su supervivencia; no le sabe mal expresar sus pensamientos sin ambages, sean o no de la línea argumental marcada por su partido; y ha impregnado su equipo de gobierno de una máxima: trabajo. Imagino que si se hiciera una encuesta pública de valoración no saldría mal parado.

Ese suele ser el problema. Cuando un político relevante cae relativamente bien entre los simpatizantes de otras ideologías, suele ser objeto de disquisiciones entre los propios. Sintomático.

¿Qué debe primar más, que Isern ‘caiga bien’ a la ciudadanía o que sea aceptado por la dirección de su partido? Teniendo presente aquello que dicen todos los alcaldes en su toma de posesión de que serán “alcalde de todos y no sólo de los que me han votado” (que es por supuesto lo que les corresponde), parece que la respuesta válida tendría que ser la primera. Sin embargo, no votamos a través de listas abiertas. La democracia en España se configura a través de los partidos políticos, que son los resortes de los gobernantes. Un máximo representante que no tiene el apoyo del staff de su partido puede, metafóricamente, morir de inanición, y ello repercute inexorablemente en su acción de gobierno.

Guste o no, eso es y será así hasta que no se cambie. Hay partidos que quieren hacer el experimento de que sus candidatos puedan ser elegidos por cualquier ciudadano. Ya veremos como sale.

Y, sí, aunque sólo lo voten los empadronados en Palma, la elección del alcalde nos afecta a todos. Quien ‘sube’ a Ciutat para arreglar unos papeles, tiene que pasar y caminar por sus calles; en Son Sant Joan, la policía que regula el tráfico en “salidas” es la Local de Palma; y la ordenanza que prohíbe el botellón en el Marítim ha sido aprobada por Cort. Por eso, y por mucho más, aunque no lo votemos, el alcalde de Palma es un poco alcalde de todos.

Corolario: Quien se mueve no sale en la foto.
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