Al fondo, a la derecha...

Escribo estas lineas un domingo al mediodía, justo cuando en Madrid se está produciendo una magna concentración de personas bajo un doble lema que contiene dos objetivos tales como “la unidad de España” y, casi como consecuencia, “elecciones ya”.

Decía el personaje literario peor citado de la Historia, Josep Pla, que lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas. Y, desde mi humilde punto de vista, tenía toda la razón, ¡qué caramba! Pero, vamos, en el caso que nos ocupa, la manifestación de esta mañana es significativamente de aquello que se suele anunciar como “de derechas”; y no sólo de lo que abarca el concepto “ser de derechas de toda la vida” (con la burguesía como protagonista -aunque la burguesía madrileña es mucho más escasa y desarraigada que la catalana, con más solera, prestigio y siglos) si no con un claro escoramiento, actual, hacia una derecha mucho más enfervorizada y encaminada a emular la doctrina de José Antonio Primo de Rivera. Renace de sus cenizas el discurso falangista que, además, atrae a una juventud que ha leído muy pocas lecciones de Historia de España y, por si fuera poco, lo mínimo estudiado, tergiversado sin duda, no ha sido digerido con calma y tranquilidad.

El de hoy es un fenómeno curioso. Se trata de montar una gran manifestación siguiendo la estela del famoso “a por ellos”, grito de estilo muy castellano (desde la gloriosa (?!?!) época de la Castilla ancestral e imperial) en el que prima el criterio de “ir a la contra” por encima de cualquier consideración positiva, sobre todo, de lo político. Este mediodía la muchedumbre vociferará a favor de la inquebrantable unidad de España, para lo cual invocará el odio generalizado y casi eterno, hacia Catalunya. El desprecio generalizado hacia todo lo que representa una parte muy importante del pueblo catalán es la gasolina que promociona la sempiterna asunción de la unidad patria, intocable, irrevisable, indiscutible. Creo que fue uno de los Machado que definió, maravillosamente, el carácter castellano cuando reflejó que “Castilla odia todo aquello que desconoce”, frase muy acertada según mi opinión, claro está; ¡no faltaría más!

Nunca entendí -y leí mucho sobre el tema, en su momento- los motivos por los cuales todo el tinglado franquista se vino abajo justo después de la muerte (en la cama, no lo olvidemos) del dictador gallego. ¿No estábamos en aquello de los sagrados “Principios Fundamentales del Movimiento”? ¿No eran intocables, sacrosantos, innegociables, inpermutables, inquebrantables, todos los fundamentos y las tesis ideológicas que mantenían y sostenían la ideología fascista? Y ¿qué pasó? Que de la noche a la mañana, todo aquello que resultaba un muro infranquable, una muralla judicialmente (jajaja!) impecable, en la que no cabía ningún intento de negociación (como ahora las duras interpretaciones de la manoseada Constitución Española, algunas de las cuales parecen ser sacadas de los mejores momentos de Groucho Marx) se fue a tomar por saco y -de la ley a la ley, tal como definieron la farsa sus protagonistas-, como quien saca un conejo de una chistera, resulta que lo sagrado se convirtió en innoble y, por los mismos huevos del caballo del General Espartero, casi todos los repugnantes Procuradores en Cortes, se avinieron, complacidos y gozosos, a la nueva situación “democrática”; es decir, cientos, miles de fascistas se convirtieron en “apasionados” defensores de la democracia, de aquellos socialdemócratas y liberales de “toda la vida”, de los de “¡y yo más!.

Creíamos, algunos ingenuos como un servidor, que los de la camisa azul y el bigotito habían pasado de la ancianidad a la tumba, así, como quién no quiere la cosa, por la vía natural y biológica. Pues a lo mejor, sí. El caso es que a los de la camisa vieja, a los asesinos de poetas granadinos, les han salido enanos, liliputienses con una fuerza nueva vigorizante y un espíritu nacional enfervorizado. Y resulta que, a esta tropa, nueva, fresca, lozana, regenerada, el sastre de la derecha más intolerante (un gran amigo de Bush, con los pies encima de una mesa) les ha hecho un traje (azul) a la medida. El maestro ha conseguido una carambola: a la aparición de unos naranjitos con la preciosa ambición de cargarse una nación, sumados a los afiliados a un partido cuyo fundador berreaba, embravecido, aquello de “¡la calle es mía!, le ha puesto una rosa en el ojal, coronando la operación con la recién creación de un nuevo “Movimiento” que pide, nada menos, que el retorno a la caverna, el regreso a la profunda nocturnidad de la España medio comunitaria por obligación y el reembolso de los tiempos más tenebrosos e impenetrables, de la barbarie y la ignorancia radical.

Mientras tanto, mientras que miles de banderas patrias se agitan en la plaza de Colón de Madrid, unos salvajes violadores (ya condenados; no presuntos) campan libres por el suelo de un estado manchado de injusticia... igual se están manifestando en Colón... Y, en el mismo intervalo de tiempo, unos cuantos políticos pacíficos se pudren en las cárceles o en el exilio por puros motivos ideológicos y con posibles condenas por estúpidas (por claramente inexistentes, sin armas ni violencia de ningún tipo) acusaciones de delitos como la rebelión o la sedición; hablamos de “prisión preventiva”, por si acaso...

Durante mis estudios -ya lejanos en el tiempo- de Pre universitario en un Instituto en el que, todas las mañanas, nos posicionaban en rigurosa formación y, al son del “Cara al Sol” extendíamos los brazos al infinito celeste, un profesor de F.E.N (Formación del Espíritu Nacional) con gafas de sol muy oscuras y el “aguilucho” colgado de la solapa casposa, nos hacía estudiar y repetir la siguiente frase: “Quien al oír un “viva España”, con un “Viva” no responde, si es hombre, no es español; y si es español, no es hombre”.

Por ahí vamos...

“España y yo somos así, Señora”, de la obra de Eduardo Tarquina “En Landes se ha puesto el sol”.

Y pasito a pasito, se van perdiendo colonias por el camino...

PS.

Por cierto, al final de mi escritura los medios de comunicación dan las cifras oficiales (Delegación del Gobierno de la Comunidad de Madrid) sobre el número de asistentes a la magna concentración: 45.000 almas; azules, eso por descontado.

Sin comentarios.

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