Ajuste el dial

Rematemos agosto con una tertulia de políticos. Eso es un grupo de personas que se dedican, dicen, a la política y cobran pingües nóminas. Algunos, ya lo sé. Otros no. Al menos directamente.

Los invitan a opinar sobre diversos temas que nos afectan a todos, alrededor de unos micrófonos.

Estos señores y señoras parlotean. Reprochan, infravaloran y echan por tierra el trabajo de sus antecesores. Y aquí no hay colores que valgan, ni ideologías: todos juegan al mismo “toma y daca”. A izquierdas y a derechas por igual.

Si consigues aguantar hasta el final de la tertulia, y no apagar la radio, concluyes que no hay propuestas nuevas por parte de nadie. Puedes deducir que a ningún político le interesa hacer un buen trabajo para bien del ciudadano.

Estoy hablando del mensaje que nos llega. ¿Dónde están las propuestas? ¿Dónde puede existir un acuerdo para salir adelante, de la mejor manera posible para todos?

Ellos juegan, con su verborrea aburridísima, a ver quién puede más. Qué van a deshacer lo que construyó el anterior, y sí, quién tiene la cara más dura.

De vez en cuando, alguno hay que se atreve a lidiar con esta jauría, y muestra buenas intenciones. Siempre pienso, éste no vuelve … y lo entiendo.

Los que aceptan y disfrutan mostrándose en este escaparate mediático están muy pagados de sí mismos. Claro, sin complejos. Pero con un guión tan bien aprendido como vacío de contenido.

Si te han elegido, te están obligando y pagando para que tu oferta sea buena. No has ganado elecciones para ganar tú. Ofreces tu trabajo para que los ciudadanos podamos avanzar. Estás obligado.

La izquierda. Qué desazón ser de izquierdas tal y como sopla el viento. Arremánguense ya, señores. Se acabaron las subvenciones en todos los campos, aspectos y sentidos. No las esperen más que ya se acabó el crédito. Todo.

Trabajen ya. Hay mucha gente que les esperan.