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Ahora Italia

martes 06 de marzo de 2018, 02:00h

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El resultado de las elecciones italianas añade un nuevo foco de inestabilidad y zozobra al panorama político de la Unión Europea. El brutal incremento del voto a las formaciones políticas populistas, antieuropeístas, xenófobas o directamente neofascistas y el hundimiento de los partidos convencionales, supone una nueva bofetada de los ciudadanos, en este caso los italianos, a los políticos y partidos tradicionales, que sin duda merecen por su incompetencia, su prepotencia y su indecencia, pero es muy preocupante porque implica una deriva de la sociedad hacia el racismo, la intolerancia, el aislacionismo y la exaltación nacionalista.

El partido más votado es el Movimiento Cinco Estrellas, que no se sabe muy bien donde ubicar, salvo que está contra todo y contra todos, contra la UE, contra el euro, contra los otros políticos, contra los grandes grupos económicos y contra todo el “establishment”. Pero con alrededor del 30 % de los votos no tiene ninguna posibilidad de gobernar sin pactos, cosa prácticamente imposible cuando abominan de todo el resto de los políticos.

En la coalición de derechas el grupo más votado es la Lega Nord, declaradamente xenófoba y antieuropea, en detrimento de la Forza Italia de Berlusconi, algo más moderada y no eurófoba. Tampoco llegan al mínimo del 40 % de votos que necesitan para gobernar, de acuerdo con la ley italiana, ni siquiera con los neofascistas de Fratelli d’Italia.

Y el Partido Demócrata, actualmente en el gobierno y nominalmente de izquierda, se ha dado el gran batacazo, con poco más del 20 % de los votos, lo que seguramente supondrá el fin de la carrera política de su líder, Matteo Renzi, aunque en Italia nunca se sabe.

Considerado en conjunto, el resultado de estas elecciones italianas es el más demoledor de todos los que han acaecido en Europa en los últimos años, ya que aunque los populistas de todo signo, pero sobre todo xenófobos, anti-UE, conservadores e islamófobos, han crecido en votos en casi todos los países europeos, en ninguno hasta ahora habían conseguido sumar entre todos una mayoría como lo han hecho en Italia.

Es un severísimo toque atención y representa el fracaso absoluto de los políticos convencionales, de los italianos por supuesto, pero también de los del resto de la UE y de la propia unión en conjunto. La crisis política tiene muchas causas, algunas específicas de cada país y otras comunes, pero es innegable que el factor que está poniendo patas arriba toda la arquitectura político-administrativa y, lo que es peor, la cohesión social en Europa, es la crisis de los refugiados e inmigrantes, unida al terrorismo islamista y a la nefasta gestión que se ha hecho por parte de las instituciones europeas.

La crisis de la inmigración fue decisiva en el voto de los ingleses, no del resto de británicos, por el “brexit”. También ha sido definitiva en el aumento del voto a los partidos xenófobos en gran parte de los países de la UE, sobre todo Francia y Alemania, pero también en Holanda, Finlandia, Grecia y en casi todos los países del este y ahora ha estallado brutalmente en Italia.

Y no es extraño que haya sido en Italia. Una vez cerrada la vía griego-balcánica tras el infame acuerdo entre la UE y Turquía, la nueva ruta de acceso a Europa se ha trasladado a Libia, desde donde llegan a Italia cruzando el Mediterráneo por decenas de miles, excepto algunos miles que se quedan por el camino, convirtiendo el “mare nostrum” en un auténtico “mare mortuorum”.

La impresión de los italianos es la de que están recibiendo una auténtica invasión en sucesivas oleadas y que Europa les ha dejado solos ante el problema. Sin duda es una percepción desproporcionada, pero la demagogia populista, exagerando hábilmente el problema y algunos incidentes sobrevenidos provocados por situaciones de tensión con los inmigrantes, así como las indiscutibles desidia, incompetencia, necedad, corrupción y prepotencia de los dirigentes europeos, de los países y de la UE, ejemplarizadas todas ellas en el presidente de la Comisión Europea y su portavoz, los inefables Jean Claude Juncker y Margaritis Schinas, han conseguido que muchos italianos están convencidos de ello.

Es posible que el problema de la inmigración precipite el fin de la UE, al menos tal y como la conocemos, y que se vuelva a una Europa desunida y decadente, donde el ultranacionalismo, el racismo, la xenofobia, la falta de respeto a los derechos civiles y la represión de las libertades individuales vuelvan a campar sin restricciones. No hace ni setenta y cinco años que Europa estaba en ruinas tras el fin de la Segunda Guerra mundial y parece que no recordamos que fueron los totalitarismos ultranacionalistas, xenófobos y genocidas los que nos condujeron al desastre. Si lo olvidamos, estaremos condenados a repetirlo.

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