La victoria de Rafa Nadal en la final del Abierto de Australia ha sumado un nuevo episodio a las gestas del que para muchos es el mayor deportista español de la historia. Ante el ruso Medvedev, el de Manacor consiguió ganar su Grand Slam número 21, convirtiéndose en el primer jugador de la historia que logra tal hazaña, superando a Djokovic y Federer, que se quedan con veinte, y muy por delante de leyendas de este deporte como Ivan Lendl, John McEnroe, Jimmy Connors o André Agassi.
Y lo hizo muy al estilo Rafa Nadal; es decir, añadiendo a su técnica y excepcional capacidad de juego, una fortaleza mental para sobreponerse a la adversidad, que es sin duda la mayor baza mostrada por el mallorquín a lo largo de toda su carrera. En Melbourne, Nadal resurgió tras el parón de seis meses sin jugar a causa de una complicada lesión y una intervención en el pie. Y se plantó en la final, donde además tuvo que levantarse para remontar los dos primeros sets, en los que se impuso el ruso con claridad.
A sus 35 años, Nadal ya hace mucho tiempo que es un jugador consagrado, con éxitos individuales -ostenta 13 Roland Garros- y de equipo, como los logrados en los Juegos Olímpicos o en la Copa Davis. Su figura es admirada dentro y fuera de España, con reconocimientos de toda índole, desde el Premio Nacional del Deporte, a la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo,el Príncipe de Asturias de los Deportes o la Medalla de Oro de la Comunidad balear.
Se echa en falta, sin embargo, un mayor reconocimiento en su propia tierra, en Mallorca. En otras regiones, una figura como Nadal daría nombre a equipamientos públicos de primer nivel, se pondría su nombre al aeropuerto de la capital, sería ejemplo y orgullo del catálogo de ciudadanos ilustres... Aquí no. Aquí hay colectivos -incluso en el seno de determinadas instituciones públicas- que no sólo escatiman ese reconocimiento a Nadal sino que procuran devaluar su figura y entorpecer acciones o iniciativas que el tenista pretenda llevar a cabo.
Parece que de nada sirven las hazañas deportivas, ni las acciones solidarias por él emprendidas -donó, por ejemplo, un millón de euros a los damnificados de las riadas de Sant Llorenç-, ni la promoción de su tierra a través de un proyecto de éxito como la Rafa Nadal Academy de Manacor. Mallorca tiene una deuda de reconocimiento con Nadal, una deuda que se agranda a la par que crece su éxito como deportista y que debería ser satisfecha por encima de la cicatería de unos pocos. Mientras tanto, Nadal lleva camino de seguir cosechando éxitos como el de este domingo en una carrera de la que no se vislumbra aún su final.
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