A un año vista

Toni Nadal tuvo el detalle de informar de su renuncia a seguir con Rafa dentro de un año. No hay nada como avisar con tiempo aunque se entere antes el vecino. Unos días después del abierto de Australia, recién aterrizado en Barcelona, dio una conferencia en la Ciudad Condal a un numeroso grupo de caracterizados empresarios en la que no desveló ni dejó entrever nada parecido. Tal vez aún no lo había decidido. En el transcurso de una entrevista que le hice por la radio hace ya algunos años, no recuerdo con qué motivo, declaró que no conocía a ningún periodista que hubiera ganado un premio Pulitzer y que, a mayores y sin haber jugado a tenis, se permitían opinar de los partidos del número uno del mundo. Probablemente tenía razón aunque él mismo no fuera un tenista laureado y sin embargo era el entrenador del jugador más importante de la historia del deporte español de la raqueta y uno de los mejores del orbe. En fin, siempre nos quedará John Carlin, que tampoco ha sido reconocido por la Universidad de Columbia que yo sepa.

Lo importante en este asunto no es la noticia en si misma, profetizada por Mc Enroe hace casi dos años, sino su trasfondo. El tío Toni se queja o no de que ya casi no decide nada, pero no aclara si es porque el reciente subcampeón de Melbourne ya tiene la edad suficiente para trazar su propio camino o porque han irrumpido en el equipo otros profesionales del ramo y no nos referimos a Carles Costa. El fichaje de Carlos Moyá ha desatado la rumorología desde su misma contratación, pero a lo mejor no ha tenido nada que ver. O sí. Quien nos dice que el detonante no haya sido que al paradigma de la caballerosidad y educador del niño no le ha sentado bien la medida de no jugar en Rotterdam para descansar, después de haber confirmado su participación en el “250” holandés o por qué el año que viene y no ahora.

Puede que las verdaderas causas no las sepamos nunca y que, al final, el ganador o ganadora del conflicto sea la Academia o Academy.