2016: un mal año

2016 ha sido un mal año para el deporte balear. Le ha ido mal al Mallorca, penúltimo clasificado de segunda división en el cómputo enero-diciembre, en una posición económica sumamente delicada pese a la inversión de veinte millones de sus ciegos y sordos dueños norteamericanos e instalado en el desierto de la duda, el misterio y la infranqueza. No le ha ido bien al Palma Air Europa, otrora Bahía San Agustín, que comerá las uvas con una derrota que ejemplariza su lejanía de objetivos probablemente quiméricos y sólo el Palma Futsal resiste un análisis positivo siempre y cuando algún insensato no eleve el listón de sus posibilidades. ¡Ah si!, el C’an Ventura de voleibol, enésimo proyecto de un mecenas que fenecerá en cuanto, como en anteriores ocasiones, su creador desaparezca por cualquier causa posible.

Nadal ha ganado un torneo de exhibición en Abu Dabi después de tres meses de autoreclusión. Una especie de partido de pretemporada después de firmar los peores doce meses de su envidiable trayectoria. Jorge Lorenzo se perdió en el limbo de su trasvase, de mudanza desde la cola del león de Yamaha a la cabeza del ratón de Ducati. Luis Salom tuvo que protagonizar una necrológica innecesaria e injusta para poner la guinda más amarga a un pastel insípido.

Si bajamos algunos escalones, encontramos al Atlético Baleares, segundo máximo representante del balompié local, apurando mínimas opciones de abandonar su papel de comparsa. Nada nuevo bajo el sol del siglo XXI.

Sí, nos queda el consuelo de nuestros cinco medallistas olímpicos, con Marcus Walz Cooper como lider del grupo orquestado por Rudy Fernández, Sergi Llull, Alba Torrens y el propio Rafa, cuya presea tuvo más sabor de consolación que de gloria. Casi como los apuntes de Joan Lluis Pons y el incombustible Benavides.

Nos vamos con la tristeza de comprobar que la mejor entrevista deportiva publicada en un diario, figura en contraportada y no en las páginas de deportes. Ninguna sorpresa. No es difícil esperar que el 2017 sea mejor.