www.mallorcadiario.com

11 de marzo de 2004

Por Josep Maria Aguiló
x
jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 09 de marzo de 2024, 08:57h

Escucha la noticia

El 11 de marzo de 2004 un amigo me llamó por teléfono a primera hora de la mañana y sólo me dijo: «Pon la televisión». Unos minutos después, llamé a mi hermano Joan, y mientras le hablaba de las terribles imágenes televisivas que estaba viendo, me puse a llorar.

Mis lágrimas volverían a aflorar unas horas más tarde, compartidas con las de otros cientos de compatriotas en el minuto de silencio convocado en la Plaza de Cort de Palma por las víctimas del brutal atentado islamista cometido en Madrid, cuyo trágico balance final de víctimas acabaría siendo de 192 personas fallecidas y 1.893 personas heridas.

En aquellas fechas, yo era redactor y articulista de Última Hora y corresponsal en Balears del diario ABC. El 14 de marzo publiqué en el primero un artículo de opinión que titulé 'Entre las 07.39 y 07.42 horas', que incluí en mi segundo libro, Crónicas diminutas, y que reproduzco íntegramente ahora aquí.

Amanecía. Miles de personas se dirigían, en los trenes de cercanías, hacia sus lugares de estudio o de trabajo en Madrid. Faltaban apenas cuarenta y ocho horas para el final de la campaña electoral. La vida seguía su curso, sosegadamente, en nuestro país.

Debería de haber sido un día invernal más, gris, melancólico, frío y tranquilo, como son casi siempre los primeros días de marzo. Pero no fue así. Amanecía. Miles de viajeros pensaban, seguramente, en lo que harían a lo largo de la jornada, o en lo que dirían al regresar a su hogar, o en lo que decidirían tal vez mañana. Pero entre las 07.39 y las 07.42 horas la vida se detuvo para ellos en las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia.

Me gustaría creer que nunca olvidaremos a las víctimas de los brutales atentados cometidos el pasado jueves y que el dolor que ahora sentimos servirá para unirnos aún más a todos contra el terror, en lugar de dividirnos y de enfrentarnos, pero me da miedo pensar que quizás no vaya a ser así.

Me da miedo pensar que puedan repetirse mañana y en días sucesivos los gritos y los insultos que se produjeron ayer, me da miedo que empiecen las descalificaciones entre las distintas formaciones, que aumente la tensión hasta que ya no sea posible volver atrás, que el aire se vuelva irrespirable. Me da miedo.

El pasado viernes, Antonio Muñoz Molina escribía en El País, en un excelente artículo: «Esta es una promesa que me hago a mí mismo: no permitiré que nadie, en mi presencia, infame o ponga en duda la dignidad de los que ahora sufren».

Sean cuales sean los resultados de las elecciones de hoy, no permitamos tampoco que nadie, en nuestra presencia, insulte a nadie por pensar de un modo distinto, por tener otra ideología o por defender un modelo de estado diferente al nuestro.

No permitamos que nadie, en nuestra presencia, llame «asesino» a un miembro, a un simpatizante o a un votante de un partido democrático. No lo permitamos. Por las víctimas del pasado jueves, por las víctimas de estos últimos años, por las víctimas de tantos días aciagos de nuestra historia. Para que la vida no vuelva a pararse nunca más, nunca, en nuestro país.

Este próximo lunes se cumplirán veinte años de aquellos dramáticos hechos que cambiaron para siempre la historia de España. Será un buen momento para recordar y honorar una vez más a todas las víctimas, y quizás también para pensar si los españoles hemos aprendido ya por fin a querernos mutuamente un poco más y a respetarnos, dos décadas después de nuestras lágrimas compartidas aquel 11 de marzo.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios