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¡Campechano y presunto corrupto! (1)

Por Miquel Pascual Aguiló
viernes 18 de diciembre de 2020, 06:00h

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No es de fiar un individuo que después de pasar un año de instrucción militar en la Academia General Militar de Zaragoza (1955-1957) el día 29 de marzo de 1056, durante las vacaciones de Semana Santa, Jueves Santo, en la residencia familiar de Estoril, Juan Carlos, que ya tenía 18 años cumplidos, disparó accidentalmente (??) un revólver mientras jugaba en el desván de la casa con su hermano menor, Alfonso, lo que le causó la muerte. El niño fallecido era uno de los potenciales herederos de la dinastía real de España. Alfonsito era el preferido de la familia y de D. Juan, padre de ambos, divertido, inteligente y más simpático que su hermano.

Hay que ser muy burro, muy inútil, muy inepto para, después de un curso de instrucción militar en la Academia General Militar de Zaragoza, no saber que no debe apuntarse nunca con un arma a nadie y mucho más sin saber si está cargada y/o con el seguro puesto a no ser que pretendas matarlo. Debe ser por eso que su padre
D. Juan, según cuentan las fuentes de la época, recogió el cuerpo de su hijo sin vida y lo envolvió en una bandera española e “ipso facto” se dirigió a Juan Carlos para decirle “júrame que no lo hiciste a propósito”.

No es de fiar un menda que traicionó a su propio padre con tal de ser el heredero del dictador Franco a título de Rey.

El 21 de julio de 1969 tuvo lugar en el Palacio del Pardo un Consejo de Ministros donde Franco hizo oficial su decisión de proponer a Juan Carlos como su sucesor en la jefatura del Estado con el añadido de que, llegado el momento, lo haría con la dignidad de un nuevo monarca. El guión estaba escrito desde el 26 de julio de 1947, fecha en que fue promulgada la Ley de Sucesión en la jefatura del Estado. Ley en la que Franco se autoproclamó como un “hacedor de reyes”. El que se consideraba por sangre heredero legítimo de la dinastía histórica, Juan de Borbón y Battenberg, montó en cólera e hizo público un Manifiesto (Estoril, 1947) donde denunció la ilegalidad de la mencionada ley ya que suponía la alteración de la propia naturaleza de la monarquía sin consultar con el heredero legítimo del trono que, según su consideración, era él. La aceptación de Juan Carlos suponía romper la línea de sucesión de la monarquía. Una infidelidad que ni siquiera tuvo el valor de hacérsela saber, cara a cara, a su progenitor, que era el titular de ese derecho.

No es de fiar un chorbo que traicionó al pueblo español, a los saharauis y a la propia ONU.

El 6 de octubre de 1975, los servicios de Inteligencia del Ejército español informaron a Franco, ya muy enfermo, de los planes de EE.UU en relación con el Sáhara Occidental y le piden que actúe en consecuencia. El plan diseñado entre EE.UU y Marruecos consistía en invadir la zona mediante una marcha de unos 300.000 ciudadanos marroquíes (la llamada Marcha Verde), que se harían pasar por antiguos habitantes de la zona.

El 31 de octubre de 1975, Juan Carlos de Borbón, después de negarse a hacerlo una semana antes, se hizo cargo de la jefatura del Estado español. Mostrándose muy preocupado por la situación en el Sahara, pues tiene muy presente el caso portugués. No quiere que la situación le desborde, su única intención ha sido siempre salvarse él.

El príncipe presidió, el mismo día un Consejo de Ministros en La Zarzuela, con una cuestión prioritaria: el Sahara. Juan Carlos manifestó su férrea determinación de ponerse al frente de la situación, no les dice a los reunidos que él ya ha enviado a su hombre de confianza, Manuel Prado y Colón de Carvajal, a Washington, para solicitar la ayuda de Henry Kissinger (secretario de Estado durante los mandatos de Richard Nixon y Gerald Ford), comprometiéndose a entregar el Sahara español a Marruecos a cambio del total apoyo político americano en su próxima andadura como rey de España.

En un viaje sorpresa el 2 de noviembre de 1975, Juan Carlos de Borbón visitó las tropas españolas en El Aaiún, y aunque está en tratos secretos con los americanos para la entrega del territorio, no tiene ningún reparo en aparentar con los militares y engañarles diciéndoles: “España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus
compromisos, respetará el derecho de los saharauis a ser libres” y también, les dijo “No dudéis que vuestro comandante en jefe estará aquí, con todos vosotros, en cuanto suene el primer disparo”.

Cuatro días después la Marcha Verde invadió la antigua provincia africana española. Y en virtud del pacto secreto (a eso se le llama alta traición) entre Kissinger, Hassan II y el traidor nuevo jefe del Estado español, los campos de minas de la frontera habían sido levantados y los legionarios españoles prudentemente retirados.

Fue la mayor vergüenza política y militar de España en toda su historia. Porque, España nunca jamás había traicionado de una forma tan perversa a sus propios ciudadanos (los saharauis lo eran en 1975), se había humillado de tal manera ante un país más débil, pactando en secreto su rendición, y abandonando cobardemente el campo de batalla sin pegar un solo tiro y después entregando a su enemigo acuartelamientos y armas. (sigue).

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