La noticia del hallazgo de carne en los platos servidos por un restaurante vegetariano en Tailandia y que esta carne era humana ha causado, progresivamente, sorpresa, estupor, consternación e indignación, no solo entre la comunidad vegetariana, sino a toda la sociedad en general.
Además, se ha sabido que se trataba del intento, por parte del dueño del restaurante, de deshacerse del cuerpo de un hombre al que había asesinado, lo que añade un punto de sadismo macabro, al pretender servirse de los aparatos digestivos de sus clientes para hacer desaparecer, literalmente, el cuerpo del delito.
Y, para empeorar aún más la infamia, parece ser que el cadáver estaba siendo conservado en condiciones higiénicas lamentables, prácticamente descomponiéndose en una fosa séptica, expuesto a los ataques de animales, que podían contaminarlo con sus deyecciones e incrementar aún más el riesgo para la salud de sus involuntarios consumidores.
También es llamativa la chapuza que implica introducir trozos de carne reconocibles como tal en platos vegetarianos, ya que era muy improbable que algunos de los clientes no los reconocieran y lo denunciaran, como así ha sucedido.
Este episodio, esperpéntico y tétrico a la vez, además de criminal, es un ejemplo extremo de fraude alimentario y de consumo, pero también una advertencia de que la degradación moral de la sociedad actual puede traspasar todos los límites imaginables.
Todos estamos expuestos a la posibilidad de padecer agresiones por parte de algún individuo o grupo criminal en cualquier ámbito de la vida, pero ser atacados en lo que comemos es especialmente repugnante y convertirnos en antropófagos involuntarios supera lo más asqueroso y nauseabundo
Por desgracia, sin llegar al extremo de introducir carne humana, todos hemos tenido noticia de fraudes alimentarios, aquí en Europa, también en Mallorca, en los que se vendía carne de caballo y de otras especies, incluyendo alguna que no se pudo llegar a identificar, como carne bovina. También de carne mantenida en malas condiciones, caducada, congelada y recongelada en numerosas ocasiones y también de fraude en muchos otros productos.
Debemos poder fiarnos de lo que comemos. Las consecuencias para la salud de alimentos en mal estado o que no se corresponden con la composición reclamada pueden ser muy graves. La leche sin lactosa no debe contener lactosa, los productos sin gluten no deben contener gluten y todos los productos deben ajustarse rigurosamente a las características que deben tener y a las leyes y regulaciones sanitarias. Los productores, proveedores de alimentos y restauradores deben comportarse con ética y, sobre todo, las autoridades deben velar por el estricto cumplimiento de las normas para garantizar los derechos y la salud de los ciudadanos.