¿Quién no recuerda la pegadiza canción del grupo musical Village People que fue el mayor de sus éxitos cerca de los años 80? Todos la hemos tatareado y bailado alguna vez, yo tan solo hace una semana en la fiesta de final de curso, y eso que ha llovido desde entonces.
Siendo yo una quinceañera enamorada por primera vez de un chico de INCA, me hacía mucha gracia la paronomasia, para mí, antes llamada cierta coincidencia de sonidos de sus siglas. La escuchaba en un single que metía en el comediscos que llevaba en el Seat 600 de mis padres cuando hacíamos el trayecto desde el pueblo hasta Palma. ¡Inolvidables años de juventud!
Esta canción se compuso en honor a la Asociación Cristiana de Jóvenes (Young Men’s Christian Association) fundada en Londres en 1846 como una agrupación de carácter social integrada por adolescentes protestantes de barrios marginales con sede en diversos países, para promover los valores religiosos en espacios recreativos y poder brindarles un futuro mejor. Pasado más de un siglo, la canción no fue muy bien aceptada por sus connotaciones homosexuales y también fue considerada una burla respecto a la organización conservadora. El grupo que la interpretaba representaba a unos personajes con una indumentaria singular: un vaquero, un soldado, un motociclista, un indio, un policía y un obrero. La letra rezaba una llamada a los jóvenes que se sentían solos, tristes y que no importaban a nadie hasta que alguien se les aparecía y les decía que existía un lugar que podía hacerles empezar de nuevo; el estribillo: “Es divertido estar en el YMCA”.
Hay cierto paralelismo en lo que les he relatado anteriormente con la noticia que el otro día nos dejaba estupefactos. Me refiero a la detención en Mallorca de los cuatro islamistas miembros de una célula yihadista que se encargaban de difundir propaganda y elaborar material audiovisual para la captación de combatientes idóneos, además de adoctrinar a futuros terroristas. Uno de ellos quería convertirse en mártir y planeaba una matanza apuñalando a los viandantes en la Plaza del Ayuntamiento de Inca.
Cualquier individuo de corta edad que se siente deprimido es influenciable y, por tanto capaz de aferrarse a unas creencias religiosas inverosímiles hasta el punto de sacrificar su propia vida. En un episodio de la serie “Mentes criminales” se reflejaba muy bien el adoctrinamiento de niños que eran secuestrados y obligados a presentarse como soldados con un número de placa. ¡Escalofriante!
Hasta ahora por el carácter de insularidad nos creíamos a salvo de un ataque terrorista pero queda demostrado que no somos intocables y formamos parte de la población que en la actualidad está condenada a sufrir una nueva barbarie que quizá, algún día en los libros de Historia se denominará Tercera Guerra Mundial. Este sinsentido nos provoca a todos un estrés insoportable porque sabemos que continuamente estamos a su merced y en situación de peligro, sin embargo, no podemos dejar de seguir con nuestra vida habitual (trabajo, estudios, viajes…) porque somos ciudadanos del mundo, de este mundo de ahora donde cabe la posibilidad de caer en manos de los radicales que piensan que puede ser divertido estar en la Yiha…
La ciudad de Inca merece ser conocida como centro de la ruta mercader; por sus galletas, su peletería (zapatos, bolsos…), su” Dijous Bo”…Nunca por ser una población que podría haber sufrido una gran masacre. Y yo tengo derecho a evocarla (Inca) con una canción (Ymca) a pesar que rime en asonante con Yiha.
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