Estos días, suponemos que a través de los sindicatos que critican a Aeropuertos Nacionales (Aena), se ha sabido que Son Sant Joan, el aeropuerto de Palma, el tercero de España (pero con la ambición firme de convertirse en el cuarto), tiene un sistema de aterrizaje anti niebla que no funciona porque no está encendido y que, por lo visto, nadie tiene ni idea de cómo utilizar. Aena reconoce que las cosas son así, pero explica ambiguamente lo que, en definitiva, significa que es un ente inoperante, incompetente e incapaz. Y este es el estado de la situación en general: un organismo público en el que las luchas sindicales impiden que las inversiones puedan funcionar; un sistema paralizado sin que nadie se atreva a poner orden y, al final de la cadena, unos ciudadanos que no tienen servicios pero que han pagado y pagan por ellos. Una vergüenza, una decepción, una triste realidad que se repite de organismo en organismo.
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