Ustedes verán: todos tenemos derecho a la distracción y a la juerga, incluso cuando estamos en una crisis de las que no hay precedentes en las últimas décadas. Sin un poco de relax, este tema se convertiría en un suplicio insoportable. Pero por otro lado les confieso que un país que se paraliza para ver la enésima boda de una mujer de no sé cuantos años de edad, que atiende estático a los telediarios que dedican a este evento amplísimos espacios, que se vuelca en las portadas de prácticamente todos los periódicos, incluso los que presumen de ser serios, invadidas por tamaña estupidez, me parece que tiene un problema. Esta inconsciencia a mí me indica algo más que un momento de relax, me sugiere que, en alguna medida, tenemos lo que nos merecemos. Que Dios me perdone.
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