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Todos somos Orlando

Estuve a punto de escribir esta columna el domingo por la noche, en caliente pero al final decidí que no sería buena idea para luego no tener que arrepentirme de lo escrito, las palabras no siempre se las lleva el viento. Navegar por Internet estos días es una labor sólo para valientes y no apta para estómagos sensibles. Desde el momento en que la gentuza e hijos de mala madre del ISIS (Daesh para sus amigos) se proclamaron autores del atentado en la discoteca Pulse
de Orlando la rabia y el asco me invadieron para poco después dar paso a la tristeza.

Por más que algunos digan lo contrario este ha sido un atentado contra el colectivo LGTBI y por extensión contra los valores de igualdad que en pocos años hemos ido conquistando en los países de Occidente. El asesino era un homófobo declarado que buscó trabajo de agente de seguridad en un club gay pensando ya en el día de arrasarlo y llevarse por delante a cuantos más mejor. ¿Qué puede llevar a una persona a acumular tanto odio como para acabar con la vida
de tantas personas por el simple hecho de no agradarle su condición sexual?

No sé qué pasa pero en los crímenes de odio y en los atentados de esta índole siempre está la religión detrás. Los radicales se escudan detrás de un Diós para justificar así sus atrocidades.
Está claro que el culpable de la masacre de Orlando es el autor material pero detrás de él hay un discurso de intolerancia y de odio predicado por tantos imanes en tantísimas mezquitas y sobretodo en las redes sociales que es donde han encontrado campo abierto para difundir sus repugnantes ideas. Y es en Twitter donde han aparecido muchos mensajes de apoyo al terrorista y felicitándose por la masacre. ¿Hasta dónde debe y puede llegar la libertad de expresión en las redes sociales?

Una masacre como la de Orlando podría haber ocurrido perfectamente en España. En una España donde deberían clausurar webs, mezquitas e iglesias en las que se predique el odio y se justifiquen las agresiones y la discriminación. Llegará el día en que ocurra una barbaridad y entonces nos echaremos las manos a la cabeza, haremos el paripé y esperaremos paciente y dócilmente hasta el siguiente atentado. Parece que todo está permitido contra el colectivo LGTBI y en nombre de la libertad de expresión se nos puede atacar y humillar. No somos conscientes
que todo el odio que algunos siembran al final llega el iluminado de turno y lo convierte en una agresión y en el peor de los casos en un atentado con trágico resultado.

No basta con poner flores, velitas y lazos. Hay que empezar a actuar en serio para no dar ni un paso atrás y evitar que lo de Orlando se repita una y otra vez. De momento seamos fuertes, salgamos a la calle con la cabeza bien alta y no olvidemos nunca a cada una de las víctimas del atentado en EE.UU. a los que mataron por ser iguales que cada todos y cada uno de nosotros. ¡Más Orgullo LGTBI que nunca!

Chema Ferrer

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Chema Ferrer

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