Categorías: OPINIÓN

Somos unos asquerosos machistas

Mi amiga, Amparo Bosch, me demuestra que la gran mayoría de hombres somos machistas. Es decir, que nos creemos con la superioridad moral por encima de cualquier mujer. Hombres, machos, que cuando hablamos ofendemos a todas las mujeres. Me lo demuestra haciéndome una serie de preguntas y cuando contesto me dice: ves, eso es machismo. Yo me quedo impactado ante la realidad de su análisis. Y nos ponemos a comentar las razones históricas, culturales y sociales que imponen una sociedad machista. La escritora y periodista lamenta que este sea un mundo de hombres, donde la mujer pinta poco. Solo las referencias a la madre, la hermana, la tía, la abuela y alguna que otra mujer del clan, se salvan. Y esa es la reflexión de hoy. Esta sociedad no avanzará hasta que eliminemos el machismo de nuestra cultura. Fíjense, que cuando algo no nos gusta, nos molesta, es una puta... Puta moto, puta hora, puta casa, puta mierda, putada… Y si es una mujer: mala puta. Hablamos desde el poder del macho. Hablamos contra la esencia de la mujer. Puede que no lo hagamos conscientes de la realidad. Pero la verdad es que nuestro entorno se une en el pensamiento a la hora de posicionar al hombre sobre la mujer. Y eso incluso, desde el punto de vista físico: tendido supino, para ella. O a cuatro patas. Algunas culturas educan a los niños desde una igualdad entre hombres y mujeres. Las tres religiones del Libro, son machistas. La gran mayoría de los que han mandado a lo largo de la historia y a lo ancho de este mundo, han sido hombres. Somos patriarcales y dueños del destino de nuestras mujeres. Pero hay que cambiar. Hay que empezar desde cero, en la escuela y hacer que, también, el mensaje llega al seno de las familias. Hay que educarlos en igualdad, y que en sus casas, en los juegos, detecten y critiquen cualquier acto discriminatorio hacia las mujeres. Y siendo adultos, hay que criticar cualquier acto discriminatorio en el centro de trabajo, en la oficina, en la fábrica, en el curro. Lo malo es que casi nadie lo hace. El verdadero machista es el que continúa hablando en primera persona: primero yo. El que utiliza siempre el determinado, el/un, y se olvida el de ella/una. El que considera que utilizar expresiones femeninas es una mariconada. Fíjense, que utilizamos un despectivo femenino para ridiculizar un acto de normalidad de género. No escribo este artículo después de los actos de Rubiales. Ese siempre ha sido un machista. Todos somos responsable de haber creado al monstruo. Seguimos siendo una sociedad de guerreros, que intenta conseguir éxitos por cojones. En la empresa, en los negocios, en la guerra, en el deporte, en la sociedad, en todo momento la fuerza del hombre debe imponerse a la frágil mujer, que lo que debe hacer ya se lo dice la religión. Qué asco.

Armando Pomar

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