Cada día me siento más feliz de poder realizar el trabajo que hago, ayudar a las personas a encontrar su mejor versión y convertirse en personas más realizadas y felices.
Durante mucho tiempo me consideré una afortunada por poder dedicarme a enseñar a las personas a ser coaches y poder cambiar su vida, pero ahora soy consciente de que no sabía hasta dónde podía llegar la envergadura del coaching realmente.
Desde la pandemia, he aprendido a poner en valor, todavía más, las fantásticas herramientas que son el coaching y la cábala para hacer que las personas encuentren su 'para qué están en el mundo'.
Cada día me junto con personas que se sienten perdidas, sin rumbo fijo, sin saber qué hacer en su día a día, y darles la posibilidad de desarrollarse profesionalmente no tiene precio.
Es cierto que la inercia lleva nuevamente a muchas de esas personas a un camino sin rumbo fijo, pero aquellos que realmente tienen el potencial para ver cómo pueden cambiar sus vidas, se convierten en verdaderos diamantes.
Como dicen los expertos en marketing, aproximadamente el 10% de lo que se intenta vender tiene una respuesta en positivo. En nuestro oficio pasa algo parecido. Muchas de las personas que llegan a nosotros no son capaces de modificar sus hábitos de conducta, y nuestro trabajo es guiarles para que lo hagan. Pero, en última instancia, solo depende de ellos poder cambiar.
También es bien cierto que otros acuden esperando a que les demos la varita mágica para transformarse y cuando se dan cuenta de que un terapeuta o un coach solo le guía o les pone un mapa de su alma en sus manos, se frustran porque parecen no haber encontrado lo que buscaban.
Pero cuando alguien es consciente con nuestro trabajo de su realidad, decide ponerse en marcha y cambiar su vida, florece como las flores en primavera, y realmente se produce la magia.
Cuando veo triunfar a las personas con las que trabajo, que me escriben para agradecerme el haberles apoyado y ayudado, me hacen sentirme mejor persona y terriblemente agradecida de haber elegido esta profesión.
Y, queridos lectores, no tiene nada que ver con el dinero, o con la fama o el éxito, que son consecuencias de un trabajo bien hecho. De lo que hablo va más allá de todo esto. Tiene que ver con la alegría de poder ayudar a alguien a ser feliz, a encontrar un trabajo mejor, a ser autónomo y dueño de su tiempo y de su dinero, o, simplemente, de haber encontrado el camino que tanto tiempo les ha costado encontrar.
No me cansaré jamás de agradecer a mis clientes la oportunidad que me dan cada día de ayudarles y de hacerles ser su mejor YO. Solo puedo dar gracias a Dios cada mañana por haberme hecho la persona en la que me ha convertido y por poner cada día a estas personas en mis manos.
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