Hacen falta más personas como Ignacio Echeverría capaces de plantar cara a tres terroristas con un patinete y es que urge volver a aquellas épocas en las que el hombre que entraba en una taberna amenazando con un cuchillo, salía trasquilado. Hoy en Europa tenemos héroes como Ignacio o como el hincha que el sábado se enfrentó a los terroristas con las manos desnudas gritando ¡jodeos, soy del Millwall!", pero la gran mayoría solo sabemos gritar y correr. Es parte del proceso evolutivo que nos ha enseñado cosas como a conectar la alarma y vigilar con ayuda de la domótica y nos ha hecho olvidar cómo defendernos. Normal, hasta ahora no lo necesitábamos, hasta que hemos empezado a entender que las fuerzas de seguridad jamás podrán impedir que un terrorista gire el volante del coche para atropellar a la multitud, o coja el cuchillo de la mesa del restaurante en el que está cenando y le rebane el cuello al que tiene más cerca.
Así que no nos queda otro remedio que aprender a pelear para defendernos y además a hacerlo sin pensar, porque cuando alguien acuchilla o dispara a tu alrededor la cabeza no rige. Igual que se nos enseña cómo evacuar un edificio en caso de incendio, se nos tiene que explicar cómo resistir a un atentado, al menos hasta que llegue la policía. El tiempo de no dar instrucciones para no alarmar a la población civil ha pasado ya.
Podría funcionar. En agosto de 2015 dos militares de paisano y desarmados redujeron a un terrorista con fusil automático que iba a provocar una masacre en un tren entre Amsterdam y París y si es cierto que nunca tendremos entrenamiento militar, tal vez 15 civiles un poco preparados equivalgan a medio soldado.
No vayan a creer que estoy hablando de aprender a pegar pagadas al aire en plan Jean-Claude Van Damme, pensaba más bien en una lucha más sucia, colectiva y automatizada como ahora que los 40 clientes del restaurante lancen al unísono las sillas y mesas sobre la cabeza del terrorista. O tal vez siguiendo el ejemplo de Ignacio, que 25 transeúntes usen sus patines o lo que tengan a mano para golpearle. La unión hace la fuerza y tal vez a Ignacio le faltaron compañeros. No es raro, no estamos preparados y la gente como él son la excepción.
Se que no es fácil, pero no podemos limitarnos a gritar mientras nos acuchillan y no nos queda otra que aprender a sobrevivir. Dentro de lo malo, las armas cortas y los cuchillos dan la oportunidad de defenderse y escapar, las bombas no.
Si algún fabricante de armas se frotaba las manos pensando que iba a proponer armar a toda la población civil, de verdad que lo siento. Entiendo que sería un negocio multimillonario, pero lo que es bueno para la industria armamentística, nunca lo es para la población civil. Aunque nos quieran hacer creer lo contrario.
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