Desde que militan en segunda división 22 equipos, la presente es la décimo novena temporada, sólo en una ocasión el listón de la permanencia se ha situado en 44 puntos. En 5 ocasiones no han sido suficientes 50, en otras 4 la salvación se ha pagado con 48 o 49 puntos y en el resto de 45 a 47. Si consideramos que ahora mismo el Almería marca el descenso con 30 puntos y tendría que ganar siete partidos de los trece que le restan al calendario para evitar su descalabro, o mucho me equivoco o no serán necesarios más de 47 puntos para asegurar la categoría. Así que el Mallorca necesitaría 14 más de los que tiene, es decir ganar 5 partidos de aquí a final de temporada.
Estos datos permiten ser moderadamente optimistas. Este último tercio del calendario ofrece la disputa de 7 jornadas en Palma y 6 de ellas fuera y, entre unas y otras, la mitad serán para recibir o visitar a rivales asequibles. Por lo tanto y, en mi opinión, los de Vázquez deberían cerrar el ejercicio con no menos de 51 o 54 puntos más allá de entrar en valoraciones cualitativas en relación al nivel de juego que desarrollan.
Este breve y precipitado análisis no impide reconocer que la temporada ha sido decepcionante, algo que a no nos sorprende si nos atenemos a la pésima planificación llevada a cabo tanto por lo que respecta a la calidad de los fichajes, como al baile de entrenadores y el caos estructural del club que impide crecer y que, de no enmendarse, seguirá contaminando todos sus estratos. El dinero, por mucho que haya desembolsado Sarver, no lo es todo y la gestión desde su desembarco sigue ofreciendo muchas, muchísimas dudas. Una de ellas, por cierto, la capacidad del entrenador para liderar un proyecto que ya veremos si se corresponde con la realidad o no.