Pepita Aina

La entrevista de este domingo de mallorcadiario.com a Aina Aguiló no tiene desperdicio. Diría que es imposible mostrarse indiferente después de su lectura. Asegura, sin resultar convincente, que Pepitogrillo no es su alter ego en las redes sociales, y que la carga probatoria corresponde a quien acusa. En eso último lleva toda la razón.

La trayectoria de la exdiputada conservadora ha estado siempre salpicada por la polémica. Sus tuits incendiarios, sobretodo en materia lingüística, fueron una de las salsas que condimentaron una legislatura, la de Bauzá, donde el plato que más se sirvió fue el de lengua y no con alcaparras precisamente.

Como se suele recordar, enfrente tienes a los adversarios y en tus propias filas a los enemigos. En su caso, Aguiló ha despertado animadversión por todos lados a base de tuits, tacones y rouge de labios. Una actitud que siempre ha sido criticada de Aguiló es su narcisismo y su mirada por encima del hombro a cualquiera que no vista, peine o maquille a su altura.

Denuncia un complot dentro del Partido Popular en su contra, y lo que está claro es que en sus propias filas casi nadie ha salido públicamente a defenderla. Aún así, se asegura que, por ser contraria al sector rodriguista, se encuentra cercana al grupo de Company, Isern y Fiol. No obstante, la imagen de sensatez, centrismo y mallorquinidad de la que hacen gala ellos dista años luz de la que siempre ha proyectado Aguiló.

Más allá de todo eso, y sabiendo que estos días Aina se enfrenta a su segundo proceso disciplinario en el PP, es de alabar la fuerte convicción ideológica que profesa puesto que, el más común de los mortales, al verse tan poco aceptado en el seno de un grupo, preferiría retirarse a su casa y dedicarse a otros placeres más agradecidos.

De no ser así, ¿Qué le puede mover a Aina Aguiló para someterse a una exposición pública tan negativa?