Categorías: OPINIÓN

"Parriba y pabajo"

JAUME SANTACANA. Entre los inventos que el hombre –a lo largo de la Historia de la Humanidad- ha creado y ,posteriormente, desarrollado, los hay que han sido decisivos para el bienestar del personal universal y otros que, aun siendo prácticos, son nefastos.

Útiles han sido la rueda, la cirugía cardiovascular, el metro (los metros: el suburbano y la medida), la guitarra eléctrica, la tortilla a la francesa, el confesionario o, sin ir más lejos, la sonrisa (emparejada, siempre, con la diplomacia).

Los inventos negativos, siempre han abundado. Entre otros, por ejemplo, citaríamos  la goma de mascar, la bomba atómica, el color amarillo, las pelotas para niños en la playa,  los funcionarios del registro mercantil, el Concorde o, también, el hidroavión; de todos modos, se lleva la palma –y con diferencia, las escaleras.

¡Los peldaños son un coñazo! Así, como suena. Son una inutilidad muy inútil que, para más inri, no sirve para nada.

Para “comerse” desniveles no hay nada como una buena rampa; aunque, para qué engañarse habiendo, a mano, un buen ascensor. El ascensor es la pera: te sube y te baja sin rechistar, a cambio, sólo, de unos cuantos días al año de avería. Supera la verticalidad con orgullo y distinción. Verticaliza en dos sentidos, a precio de uno; verticaliza subiendo y, encima, verticaliza bajando ¿se puede pedir más?

¿Accidentes? Pocos. De hecho, hay una base de datos de ciudadanos completamente anónimos, dispuestos, todos los años, a morir aplastados en un ascensor, para demostrar, simplemente, su apoyo incondicional a este invento soberbio, colosal. Gracias a estos sufridos individuos, el resto de la humanidad viaja en ascensor con un riesgo muy limitado. Permítanme, desde esta humilde columna, ofrecer un ínclito homenaje, a estas glorias nacionales que se merecen un recuerdo en la Historia.

El ascender de un ascensor es limpio como una patena, y su suave “izada” recuerda el remonte del vuelo ágil, sereno, y señorial, de un gavilán adolescente.

El descenso, no tiene parangón en la historia del comportamiento humano: ver arriar un ascensor (un “descensor”, más apropiado en este caso…) es observar la caída de una hoja de olmo, a quien no se le pueden pedir peras…El “descensor”, se desliza, amorosamente, a lo largo de su erótica cuerda, de modo sinuoso y sensual, mmmmm…

Como muy bien diría el fabuloso (y malcarado) Fernando Fernán Gómez: ¡A la mierda…los peldaños!!!

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