El director de Emaya, un excelente gestor y persona, ha dicho que está orgulloso de que en su empresa no haya mileuristas. Los cien mil parados y los miles de mileuristas que pagan sus impuestos para que el ayuntamiento de Palma pueda abonar a sus basureros más de mil euros están de enhorabuena: ellos están en el paro o cobran sueldos de miseria porque la participación del sector público en la economía, bien con impuestos, bien con tasas o, como hemos hecho en España, con endeudamiento, es tan brutal, que no da para más.
Todo estamos orgullosos de los sueldos de Emaya y de los de la EMT. Y querríamos estar más orgullosos: seguramente, si Emaya y EMT se endeudaran aún más, podrían pagar el doble y entonces estaríamos aún más orgullosos. No cabríamos de orgullo, aunque estuviéramos todos en el paro, todos en la ruina.
Emaya y cualquiera otra empresa pública deberían estar pagadas igual que en el sector privado, y deberían tener la misma productividad que en el sector privado. La creación de privilegios sólo provoca el orgullo de los bobos: ver bien a unos cuantos a costa de los demás.
Pero sé que Garau no piensa esto, que esto es lo que, ya que paga una barbaridad en salarios, se le ocurrió decir.
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