Un testigo del derrumbe de Lorca, afectado directamente por el terremoto que ha causado más daños de los esperados por su grado de intensidad, comentaba con asombro el aluvión de medios mecánicos y humanos que llegaban de todas partes a las zonas afectadas a los pocos minutos de producirse la catástrofe. El despliegue inicial provenía inicialmente de la propia ciudad, de Cartagena, de Murcia, de pueblos limítrofes y de otros más alejados. Ambulancias, camiones de bomberos, vehículos de protección civil, Cruz Roja…y, poco después, las unidades militares de emergencia. Y los voluntarios espontáneos. Ahora se recuerda que hubo un tiempo en que los servicios de protección civil estaban en pañales y jugaban de farol, pero desde el 11-M, que pasará a la historia como ejemplo de coordinación, intervención inmediata, efectividad para la distribución de heridos y hasta para la información, este país parece que está preparado para cualquier contingencia. Si Murcia se ha bastado inicialmente con su medios para trasladar rápidamente a cuatrocientos enfermos del hospital Rodríguez Méndez, evacuar a heridos por el desastre, montar una puesto de asistencia médica y psicológica inmediata y luego organizar con ayuda exterior la infraestructura para dar comida y cobijo a varios miles de personas, es que funcionan los servicios de emergencias y protección. Y esto es un signo tranquilizador de que, a pesar de los pesares, funciona el estado de bienestar en asuntos esenciales.
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