Me parece muy bien que haya personas como Joan Carles March, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, que se sorprenda y se entristezca por las críticas a Son Espases, pero es que, como el muy bien dice, lo hace desde “la distancia”, no desde el día a día de quienes tienen que enfrentarse a la improvisación y a las chapuzas que se han hecho. La historia del aparcamiento es surrealista, y no sólo por el recargo que se ha hecho a la tarjeta de cada trabajador que pasaba por allí, sino porque han pasado casi dos meses desde el traslado y todavía está ensayando un sistema de cobro para evitar el colapso circulatorio, tanto dentro como fuera. El aparcamiento no es un servicio clínico y podría haber sido probado y ensayado hace mucho tiempo, pero no, era necesario esperar al traslado para hacer cada día un experimento nuevo. La improvisación es algo que han vivido y están viviendo tanto trabajadores como usuarios. Las deficiencias están ahí para el que quiera verlas, pero tal parece que la mejor política es la del silencio y la ocultación de datos. Mejor callar y no hacer pública ninguna irregularidad, como ha ocurrido con las listas de espera, tender un tupido velo de silencio sobre lo que falta o no funciona, pagar para que hablen bien de uno, censurar espacios y darle a la opinión pública pan y circo para que crea que todo es maravilloso.
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