Los episodios de espionaje político son, lamentablemente, algo común en nuestra joven democracia. Esta semana que termina ha visto cómo salía a la luz pública uno más de estos casos, aunque sucedió en 2010, con el consiguiente terremoto periodístico y político. Efectivamente, en 2010 el PP contrató los servicios de una agencia de detectives para investigar a políticos de izquierdas y concretamente para averiguar si habían hecho un viaje privado a la feria de Sevilla y si habían pagado con fondos públicos. Dado que las irregularidades que se sospechaban finalmente no se produjeron y así lo informaron los detectives, se abonaron por parte del PP balear tres facturas de algo más de 4.000 euros y se dio carpetazo al asunto. Así lo ha reconocido el portavoz del PP, Miquel Ramis, quien a la sazón ocupaba el cargo de secretario general del partido.
ht: normal; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">Sin embargo, una vez que ha saltado a la opinión pública este episodio, los socialistas han tratado de sacar tajada, exigiendo que el presidente del PP, José Ramón Bauzá, comparezca ante los medios y también en el Parlament para dar explicaciones de este posible caso de “espionaje político”. El portavoz adjunto del PSIB, Vicenç Thomàs, trató ridículamente de magnificar el asunto, ensalzando su gravedad y hablando de que “Mallorca no es Sicilia”.
No cabe duda de que estamos ante un episodio que, como todos los relativos a estos asuntos de espionajes y detectives encargados por políticos, son sumamente desagradables y habitualmente se vuelven en contra de quien los impulsa. Sin embargo, nada hay de ilegal porque ahí están las agencias de detectives, sometidas a una Ley de Seguridad Privada que el Gobierno se apresta a reformar (el viernes pasado se anunció la aprobación en Consejo de Ministros el proyecto de ley) para reforzar el control al que deben someterse estos despachos profesionales de investigadores privados.
El PSIB, ante su clamorosa y alarmante falta de propuestas políticas, tratará con este escabroso asunto de desgastar al Govern y al partido que lo sustenta con mayoría absoluta. Pero haciéndolo pondrá en evidencia que antes ellos sucumbieron a la tentación de vigilar a sus adversarios políticos, aunque utilizando recursos públicos, al contrario de lo que ha sucedido ahora, donde los dineros fueron del PP. Durante el primer Pacte de Progrés presidido por Francesc Antich, entre febrero y marzo de 2001, la Conselleria de Interior que entonces dirigía el socialista ibicenco Josep Maria Costa, compró un sistema analizador de espectro multibanda para la captación de todo tipo de emisiones de radio, vídeo y telefonía, junto a un transmisor en miniatura tipo micrófono oculto. Este caso fue conocido como el “Watercosta”. Y no olvidemos que alguna experiencia tiene el PSOE en espionaje, pues no en vano fue el Gobierno de Felipe González en la década de los 80 el que realizó lo que se conoció como “las escuchas del CESID”, una trama de espionaje dedicada a grabar conversaciones de telefonía indiscriminadamente a políticos, diplomáticos, empresarios, periodistas e incluso al Rey Juan Carlos.
Pero no queda ahí la cosa, porque es sobradamente conocido que a su llegada al Govern en 2007, ya con el segundo Pacte de Progrés, el PSIB se dedicó a rebuscar en las consellerias todo cuanto material pudiera ser utilizado en su provecho político contra el Partido Popular. Y eso se hizo con dinero público y utilizando a funcionarios. La búsqueda debajo de las alfombras y en los archivos, bajo la supervisión del conseller Carles Manera y sus contactos en la Fiscalía, fue sistemática y muy a conciencia, en lugar de dedicarse a gobernar y a gestionar la Comunidad Autónoma. De suerte que creyeron que generando escándalos contra sus rivales políticos, la ciudadanía disculparía su nula capacidad de gestión y les volvería a votar. El fracaso de su maniobra salta a la vista, porque el desplome en votos del PSIB llevó al PP a conseguir 35 diputados. Porque esta es una lección que deberían aprender todos los partidos: el espionaje, a parte de algo estéticamente feo, a la larga es muy contraproducente. Dedíquense a hacer política, que bastante tienen con eso.
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